Capítulo quince: El don de la estupidez.

— Ya deja de llorar Jules, lo vamos a resolver ¿Si? Todo tiene una solución y las cosas material...

— Si dices que las cosas materiales se recuperan te voy a tumbar los dientes — Murmuré está vez con enojo.

— En serio que el embarazo te está afectando cada vez más, tienes suerte de tener una amiga como yo con paciencia.

— ¡Acabo de arrojar diez mil dólares por el maldito acantilado! — Grité al borde del colapso.

— ¿Has considerado ir alguna vez a la iglesia? Jamás me volveré a quejar de mi vida después de ser testigo de la tuya, Dios, es como si alguien te hubiera arrojado un maleficio.

Le lancé una mirada de muerte a Silvanna mientras ella alzaba sus manos en señal de rendición.

Aunque no podía negar que no se escapaba de la realidad, y es que ni siquiera había forma de encontrar algo positivo porque no lo había, salir tampoco era una opción dado que casi media población del país me odiaba y me había quedado sin dinero para comprar el material necesario para mí emprendimiento.

Maldi
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