11. El por qué de la farsa.

Elisa se tardó todo lo que pudo en el supermercado, compró panela y bastante arroz, y al final se quedó sentada un buen rato frente a un parque viendo como un perro corría tras una pelota.

No quería llegar el departamento y encontrarse con la sorpresa de que el papá de Emanuel siguiera allí, la había hecho sentir tan terriblemente incómoda.

—Qué hombre más desagradable —se dijo para sí misma.

Cuando abrió la puerta del departamento todo estaba en silencio, un silencio sepulcral que le erizó la piel. Dejó las bolsas sobre el mesón de la cocina y caminó hasta el segundo piso. Se detuvo a medio camino para intentar escuchar algo, pero no oyó nada, así que terminó de subir y cuando llegó al cuarto abrió la puerta despacio.

La tarde comenzaba a caer y todo el lugar andaba en una tiniebla brumosa y

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