Vampiros

TRES DÍAS ANTES DEL ATAQUE EN CANIDAE

 El ambiente en Upyr cada vez es más denso conforme se acerca la Luna de Sangre, todos gozan de fiestas durante tres días antes de volver a sus actividades como reino.

Lady Catherine, reina de Upyr, repasa los rezos que ofrecerá al místico objeto que mantiene a su pueblo libre de los castigos antiguos. 

Lord Drago, su esposo, está preocupado por la seguridad de su amada durante la celebración.

El ritual que se prepara lleva danzas, rezos y la sangre de la reina, una sangre que es pura, leal a su marido, a su reino y al templo en el que llegó a servir como sacerdotisa en su pueblo natal.

Sólo ella podía dar la sangre al objeto sagrado para librar a los vampiros del castigo de la luz.

-Amor... ¿Aún muy ocupado?- Lady Catherine entró al estudio y cerró la pesada puerta de madera, llevaba en una mano los rezos que, aunque ya sabía de memoria, le gustaba repasarlos, y en la mano libre descansaba una copa de vino fresco.

Avanzó hasta situarse junto al asiento de Drago, frente al escritorio y dándole la espalda al magnífico ventanal que abarcaba casi toda esa pared del estudio, él leía algunos papeles distribuidos ordenadamente, parecían ser los reportes de la guardia real.

-Amor mío, nunca estoy ocupado para atender a tu llamado- Hizo una pausa -Sin embargo, como tu esposo y rey, tengo la obligación de velar por tu seguridad durante el ritual-

Dejó de mirar los papeles y giró la silla para poder levantarse, abrazarla de la cintura y depositar en su boca un beso hambriento de pasión. Pero ella hizo ademán de alejarlo un poco y mostrarle la copa que llevaba.

-Haz leído mi mente, me fascina- Con la mano derecha, tomó la copa y bebió sin dejar de mirarla. -Excelente elección...-

Ella sonrío, complacida. Dejó los rezos sobre el escritorio y desde la mano de su marido, compartió la bebida.

-Si, también pienso que fue una gran elección, sé que te encuentras bajo presión desde hace unas semanas y que tal no es necesaria ya que puedo defenderme bastante bien yo sola- Sonrió dejando asomar sus finos colmillos.

-Claro que lo sé- Bebió algo más del vino -Por eso te escogí como mi esposa, sin embargo y siendo la reina y madre de mis herederos, así como la pieza clave de éste ritual, mi deber y obligación es velar por tu seguridad por sobre cualquier otra cosa...-

El acento calculador de Drago la hizo sonreír.

-Por cierto, ¿Sabes dónde pueden estar nuestros príncipes y princesas?-

-Quizá de compras, cazando en el mundo humano, o perdiendo el tiempo...- Soltó la cintura de su esposa y volvió a mirar los documentos.

-Oh mi vida, tranquilo, el mundo humano ya no es como hace miles de años... ya no creen en los cuentos antiguos sobre los seres mágicos... además, son fieles a tus enseñanzas y estoy segura de que por lo menos Zeth honrará el deseo de mantener la pureza de la sangre-

Drago de Upyr tenía enseñanzas arraigadas de la antigüedad, había escogido a Catherine de acuerdo a los estándares impuestos por sus antepasados: que la elegida fuera una dama de buena familia, pura y de una belleza envidiable. Lo obtenido adicional a su elección, fue una esposa devota, de carácter firme y muy protectora que le había dado no sólo a su heredero, sino cuatro hijos más con habilidades y características únicas.

Seth, su hijo mayor y heredero al trono de Upyr, nacido en el año del dragón y bautizado en una sangre especial para eso, heredó el carácter calculador de su padre.

Las siguientes en nacer fueron las gemelas: Hitomi, de ojos verdes y Athalie de ojos violeta, pero ambas con el cabello muy oscuro, como su madre. Resumido en una sola palabra: extraordinarias. Era raro ver el nacimiento de gemelos idénticos en los vampiros por lo que Lady Catherine fue declarada una mujer excepcional y perfecta para ser la reina.

Después de las gemelas, un varón se unió a completar parejas: Adrik, nacido cercano al ritual de la Luna de Sangre, las matronas creen que esa cercanía fue lo que hizo que éste bebé naciera con un carácter agresivo y distanciado, sólo aceptaba que su madre o padre se acercaran a él.

Al final, una pequeña se unió a la familia: Ethalia, nacida en luna llena, muy pequeña. Todos tenían miedo de que ella no lograra sobrevivir, pero su madre nunca dudó de su fortaleza y se convirtió en la princesa guerrera.

-Si, nuestra familia mantendrá las tradiciones-

Un par de golpes en la puerta hicieron que ambos miraran a aquella dirección.

-¿Quién es?- Drago dejó sus cavilaciones, terminó la copa y se situó a un lado de su esposa.

-Leonardo Edevane su majestad, traigo los últimos informes que solicitó-

-Adelante Leo-

Leonardo entró a la habitación y cerró la puerta tras de sí, portaba una oscura armadura que contrastaba con la blanca piel, el cabello castaño oscuro un poco revuelto y sus ojos verdes brillaban con cautela. Hizo una reverencia pronunciada antes de acercarse a los reyes y dejar los documentos antes mencionados en el escritorio.

-El estatus de la guardia y lo solicitado está aquí-

-Informa entonces- Drago tomó los papeles.

-El perímetro está asegurado, a los visitantes se les ha detenido en las entradas hasta que cumplan con las exhaustivas revisiones, creemos que eso y los retenes de seguridad a comerciantes harán completamente seguro el reino para antes de la ceremonia- 

El rey miró al joven. Los ojos de Leo reflejaban una seguridad cautelosa que no pasó desapercibida para la pareja, Drago admiraba la tenacidad que desprendía y que por ello estaba confiándole la seguridad de su mujer. 

-Me da gusto saber que cumples con tus deberes de forma estricta Leonardo, quiero que sigas asi y me informes de cualquier pequeñez que surja... entonces hasta ahora podemos decir que estamos preparados para recibir a la Luna de Sangre-

-Así es mi Señor-

-Perfecto... puedes retirarte-

Leonardo hizo una nueva reverencia y salió cerrando la puerta tras de sí. 

-Me parece que podría llegar al puesto de Alberth algún día... ¿No crees? - Catherine se giró hacia él y sonrío. 

-Oh seguramente, es brillante, de una familia noble y creo que está interesado en Athalie... podría ser una excelente opción de matrimonio- Él también se enfocó en su esposa y la besó sin pensar en nada más que ella. 

... 

Leonardo regresó a su estación de vigilancia, verificando que los puntos de revisión estuvieran trabajando con normalidad, hasta que un hombre poco más alto que él, se plantó a su lado. 

-Capitán Leonardo, ¿Qué tal el trabajo hasta ahora? - La blanca dentadura resplandeció con la sonrisa mostrada. 

-General Alberth, de hecho todo va de forma excelente... sin novedades-

-Bien, ¿La reunión con el rey?- 

-Aceptó bastante bien el informe, creo que está satisfecho con el trabajo que hemos hecho estos días...-

-Claro, aún faltan diez días para la Luna de Sangre, es natural que quiera tener protegida a su esposa...-

-Si, yo haría lo mismo si estuviera casado-

Ambos rieron. Una parte importante dentro del ejército vampiro era poder crear lazos confiables. La naturaleza vampírica era egoísta, vengativa y traicionera, por lo que los lazos en guerras siempre eran respetados y gracias a esos lazos, el reino podía vivir de forma civilizada. 

Leonardo y Alberth habían participado en varios conflictos armados y establecieron un lazo amistoso y de camaradería que no se veía desde hace tiempo. 

Contrario a Leo, Al era un sujeto bastante llamativo, con una altura de 1.87 metros, un cuerpo bien trabajado de cabello castaño cercano al rubio, con ojos color miel y como atractivo adicional su estatus como General, se convirtió en la "presa" número uno de chicas en edad de casarse de todas las clases sociales, pero él no había declarado interés por ninguna. Decía que no encontraba en esas chicas a la mujer que quería por compañera en la eternidad. 

-Supongo que también haría lo mismo si tuviera pareja...- Alberth observó el puesto de vigilancia  -Pero aún no aparece... - 

Y ambos rieron. 

No duró mucho tiempo hasta que escucharon los gritos de terror de unos cuantos habitantes, la guardia comenzó a dispersar a a la multitud y ellos dos rápidamente se acercaron.

La escena era escabrosa.

Un vampiro colgaba de una columna de la entrada, con un corte profundo en el cuello y un agujero en el pecho.

Alberth hizo un par de señas y los soldados alrededor comenzaron a desalojar y colocándose al centro, su voz tronó con el siguiente mensaje:

-¡La población debe desalojar ésta zona de inmediato! ¡Repito! ¡Todas las personas no autorizadas deben desalojar la zona de inmediato! ¡La guardia se asegurará de detener a todo el que no haga caso!-

Como por arte de magia, los pobladores desalojaron el puesto y a los visitantes se les envió al siguiente puesto de revisión. 

Un cerco de guardias se apostó alrededor de la escena del crimen, preparados para mantener a raya a cualquiera que se atreviera a acercarse. 

Otro grupo de guardias hizo las maniobras correspondientes para bajar el cuerpo y desatarlo. 

Alberth se acercó para analizarlo, el corte en el cuello de la víctima parecia haber sido provocado por un arma al rojo vivo: la piel cortada presentaba quemaduras que alentaron el proceso de curación rápida, pensaba que entonces el objetivo había muerto por desangramiento, pero el hueco en el pecho era demasiado grande para decir que era producto de un disparo de arma. 

Entonces revisó: el cadáver no tenía corazón. 

-Bueno, esto prueba que no se trata de un simple asesinato... además de estar atado y tener el corte del cuello... quizá también fuera torturado... Bien, llevenlo al centro militar, ahi los doctores averiguaran que le ocurrió-

Alberth dejó el camino libre para que los demás pudieran hacer maniobras. La cara de ese hombre se le hacía muy familiar, y Leonardo se acercó llevando una revista.

-También lo vi en algún lado, era un miembro importante del consejo vampiro...- Le mostró la foto.

-Vaya... era el partidario a ocupar el lugar del lider de los cinco de Upyr... esto es malo... debemos seguir investigando... por ahora asegúrate de que su familia esté bien y enterada de todo ésto-

Leonardo asintió. 

-Bueno Sir Erud, lamento su muerte... ahora debemos investigar quien lo hizo y porqué...- Alberth terminó de revisarlo. Los oficiales prepararon una camilla y cubrieron el cadáver. 

-¿Una venganza?- Leonardo hacía anotaciones en un diario que siempre cargaba con él. 

-Podría ser, quizá después de todo si tenia muchos enemigos...- La mirada miel de Alberth seguía escrutando el área para tratar de encontrar pistas. 

Pero no había nada más, la estación de vigilancia se mantenía vacía y los guardias estaban repartidos entre guiar a los visitantes a otras entradas y a buscar pistas alrededor del lugar. 

Todo a excepción de lo recién acontecido, era normal. 

O al menos así pintaba hasta que un llamado genaralizado los hizo correr hasta donde la voz surgía, cerca de aquel puesto se alzaba una parte de bosque, que observado desde las alturas, parecía un dedo. Alberth y Leonardo llegaron primero y observaron la escabrosa escena: el corazón que antes pertenecía a Sir Erud, se encontraba empalado y colocado en un tronco a modo de bandera y una nota pegada al músculo. 

-Si que lo odiaban...- Murmuró Leo mientras Alberth tomaba la nota clavada sin inmutarse. 

-Quizá no es eso...- Leyó la nota y observó a todos los presentes. -El contenido de la nota es confidencial, cualquiera de ustedes que se atreva a revelar lo que escucharan, se enfrenta a la pena de muerte...-

La mayoría asintió, dos más dieron la vuelta y regresaron al puesto de vigilancia. Cuando ya no hubo movimientos, Alberth leyó. 

-La luna de sangre se acerca a su fin...-

-¿A qué se refiere? - Saltó una voz. 

-¡Quieren quitarnos el regalo de la reina! - 

-¡No lo permitiremos! - 

Y varias voces comenzaron a alzarse con ira y clamaban la muerte de quien fuere la persona que escribió aquella carta y que pareciera ser el autor del crimen. Leonardo miraba las caras de la guardia, encendidas y mostrando los colmillos, una señal inequívoca de guerra.

-¡Silencio!- 

La voz de Alberth resonó en los oídos de todos los presentes, haciendo que se silenciaran, y mirándolos con dureza siguió hablando.

-No sabemos nada de los que han hecho ésto, sin embargo, cómo General del reino Upyr, mi deber es guiar al gran ejercito del que ustedes forman parte y proteger a sus habitantes. Por ese motivo, no apruebo que enciendan una llama difícil de apagar... trabajaremos para investigar éste incidente y garantizar la seguridad de todos en el reino... y eso es todo, ahora deben volver a sus actividades...-

Sin decir nada más, los soldados dejaron el sitio, visiblemente avergonzados del espectáculo que habían dado frente a su general. Leonardo examinaba el corazón y la sangre alrededor del macabro altar.

-Creo que intentaban hacer un sello... mira la forma de la sangre alrededor... quitando claro lo que ya han borrado los soldados, he de suponer que han tratado de maldecir el alma del difunto- Se levantó y miro al Alberth.

-Un altar ¿eh?... Parece muy propio de los hechiceros...-

...

Después de terminar con las tareas encomendadas, Alberth caminaba entre las calles de Upyr con dirección a su casa. Una construcción antigua que con mucho trabajo adaptó para su uso. Pensaba constantemente en la nota dejada en el altar y en el dueño de mismo. No eran pocos hombres los que deseaban dar caza a Erud Roselin. No era sino un promotor de la libertad que buscaba dirigir "El Círculo", una especie de junta que representaba al reino en el Consejo como parte de la diplomacia entre los reinos de Gaia para mantener la paz entre sus trescientos reinos.

Hace poco Erud fue nombrado candidato, muchos estaban de acuerdo con sus planes a presentar ante el Consejo, sin embargo aquellos eran inestables para los nobles. Alberth entonces suponía que el peligro era en su propio circulo de trabajo político o un asesinato orquestado por la clase alta de la sociedad.

Al llegar a su hogar, las luces se encendieron al igual que la chimenea que adornaba la sala de estar. Dejó, la espada en el sofá más cercano y comenzó a desvestirse hasta quedar solamente con el pantalón. La guardia había sido su hogar desde que era adolescente, no recordaba mucho de su vida anterior y vivía solo desde entonces, lo único que se sabía era que de un día a otro se encontraba en un refugio del reino, los reyes le tomaron un especial interés cuando demostró dotes de liderazgo, así que lo liberaron del refugio. Podría decirse que era adoptado, aunque el término más correcto para su estado es que los reyes se transformaron en sus tutores legales. Fue entrenado en la guardia y poco a poco fue ascendiendo hasta llegar al puesto de General.

Las chicas lo seguían en cuanto su carrera comenzó a tomar fuerza, sin embargo él mismo no mostraba interés por alguna de ellas, se le conocía una amiga solamente y se trataba de una vampiresa que residía en el reino de Akull y era la aprendiz de sacerdotisa para la Estrella Protectora de aquel reino. Se habían hecho amigos cuando él fue enviado a ayudar a los reyes con los rebeldes que los asechaban, secuestraron a la joven para obligarlos a ceder riqueza y tierras para su gente. Los habitantes estaban angustiados y preocupados por la mujer, tenían muy cerca una de sus festividades principales y solamente la aprendiz podía realizar el ritual de protección. Todos asustados recurrieron a él mientras acompañaba a su majestad Catherine como parte de su seguridad, no tenía intenciones de inmiscuirse en asuntos ajenos a su cargo, pero la reina lo solicitó como favor para mejorar las relaciones diplomáticas. Logró con éxito la misión no sin problemas para ello, al final la aprendiz fue rescatada y devuelta a su templo, a tiempo para la festividad. El general fue gratamente recibido y nombrado caballero de honor al salvarla y no pudo faltar la amistad con la aprendiz.

Cuando hablaba con ella, constantemente se preguntaban mutuamente los motivos para seguir solteros, pero no encontraban la respuesta. Lo más lógico que podían ambos decir era que aún no era el momento de encontrar a alguien especial que compartiese su vida con ambos. 

Tomó una soda del refrigerador en la cocina y volvió en sus pasos a la sala, donde se acomodó para revisar una pequeña montaña de papeles que descansaban sobre la mesa de centro. 

...

Leonardo también se retiró a su casa, no sin antes revisar los horarios de guardia que los soldados debían montar. Aún quedaba tiempo para el festival, pero la gente llegaba con cada vez más afluencia ya que se trataba de un espectáculo bastante llamativo y en algún punto se volvió popular. No hubo más avances ni divulgación de los hechos acontecidos, verificó que el cuerpo del noble fuera llevado a la funeraria, que la familia estuviera informada de la situación y a petición de Alberth, se dispusiera de un pequeño pelotón para garantizar la seguridad de la familia en caso de que el asesino fuera tras la familia del hombre.

Contrario a su superior, Leonardo tenia un departamento en el distrito comercial del reino. No le agradaba la idea de tener una enorme casa para él solo. Era mucho mas fácil de mantener en buen estado y limpia por su cuenta. Tampoco se conocía alguna conquista suya y frecuentaba un bar en especial que se ubicaba cerca de su edificio, a su ver, se trataba de un lugar acogedor, donde ya le conocían y servían las bebidas que más le agradaban. Pasaba un par de horas ahí bebiendo y charlando con algunas personas y después volvía a casa para descansar y presentarse a servicio por la mañana.

Incluso en los tiempos modernos que Gaia vivía, era normal ver que el noventa porciento de los reinos, aún se rigiera con métodos muy antiguos. Los calabozos eran el pan de cada día de la mayoría de delincuentes, así como la horca o el castigo ante el público. Sin embargo, los asesinatos eran considerados una de las más leves formas de violencia. ¿Cómo es eso posible? Leonardo pensaba en que todo se debía al sistema de leyes que cada reino tenía, y las cuales resultaban a veces un dolor de cabeza para recordarlas. Había leyes de los Reyes, leyes del Círculo, Leyes del Consejo y las Leyes de Gaia. Difíciles de emparejar ya que cada una contiene diferentes castigos para un mismo crimen. 

Y ahí era donde se complicaba la tarea reciente, buscar al asesino era cuestión de tiempo y atraparlo no se consideraría una tarea difícil. Sin embargo el problema radicaba en el cómo sería castigado el singular personaje. Las leyes de Upyr dictaban la pena de muerte pública, las leyes del Círculo decían que debía darse escarmiento público y después ser encerrado de por vida con una tortura. Las leyes del consejo dictaban ser piadosos con la pena de muerte y hacerlo en un lugar privado, y mientras tanto, las leyes de Gaia decían que el asesinato era castigado ofreciendo al imputado como ofrenda a la madre tierra, al cual ella recogía personalmente de su altar y con el tiempo, la gente olvidaba el incidente. Y entonces, cualquier ley utilizada debía ser aprobada por el rey, que obviamente usaba su propia ley. Y entraban en conflicto los intereses de todas las demás leyes. Y se convertía en sesiones de dialogo entre reyes, el Círculo y el consejo mágico.

Suspiró pesadamente mientras se instalaba en el sillón cómodo que tenía frente a una televisión. No estaba de humor para mirar algún programa, así que sólo se acomodó y cerro los ojos para dormir un rato.

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