Tino sacó otro objeto de su mochila: una pequeña manta roja de aproximadamente 1 metro por 1 metro, que colocó en el suelo. Al terminar le hizo una señal al teniente Max; este, haciendo uso de sus pequeñas patas y su hocico, acomodó la manta de tal forma que estuviera perfectamente estirada y sin arrugas. A continuación, el comandante se acomodó en el centro de la manta, puso la mochila a su lado izquierdo y le preguntó a Micifuz: “¿Cadete, desea salir de la mochila para acompañarnos?”. Micifuz, mirándolo fijamente, no respondió nada. Tino intuyó que el minino quería estirar su adolorido cuerpecillo; lo sacó de la bolsa cuidadosamente y lo sentó frente a la mochila. El último en posicionarse fue el teniente Max; tomó asiento al lado derecho de Tino y, de esa forma, con la vista al frente, el anciano y Max empezaron a predicar su mensaje amb