Capítulo 43. Instinto materno
Él sonrió.
-No se enoje conmigo, señora Fritz. Mi madre me obligó.
-¿Su madre? Ella ni siquiera está aquí.
-Así de poderosa es, señora.
Emma no pudo contener una suave risa.
-Usted es un descarado… ¿se puede saber cómo lo obligó Sara?
Leo la miró divertido. Al menos la había hecho reír.
-No es gracioso… resulta que le conté todo lo que pasó hoy. Y me dijo que de seguro usted no habría comido nada. Y tiene razón…
Emma suspiró.
-Tengo el estómago cerrado…
-Por lo tanto, se puso a cocinar como si fuera el día del juicio final, y me obligó a decirle que usted, y Clarisa, fueran ahora mismo a casa a comer… o me castigaría.
Ella sonrió.
-Me temo que tendrá que soportar ese castigo…
-Ni loco…
-Pero no tengo hambre…
-Tendrá que venir lo mismo. Si frente a los platillos de mi madre sigue sin apetito, se va a su casa y yo me salvo del castigo.
La señora Fritz guardó silencio unos instantes. Después de ese día cargado de falsos afectos, le vendría bien el genuino bullicio de una cena con Sara,