Capítulo Veinticinco: Amanecer.

A penas se podía observar el amanecer, eran las 5:43 de la mañana y unos tenues rayos de luz acariciaron el hermoso rostro de Cecilia. Había dejado la ventana de su habitación abierta ya que la noche anterior se quedó un buen rato sentada frente a ella, observando la luna.

Hacía un poco de frío y ella no quería levantarse de la cama, quería seguir acostada para no enfrentar un nuevo día, en el que no sabía con que se encontraría o que otra cosa descubriría. Le tenía tanto miedo a las sorpresas y para ella, el mejor plan que tenía, era no salir de su habitación.

Los recuerdos la invadieron haciéndola sentir mal, como si ya con todo lo que le estaba sucediendo no fuera suficiente. Recordó el primer beso que Gustavo le dió, aquella noche maravillosa y mágica cuando hicieron el amor por primera vez; tantas cosas hermosas que vivió con él y que ahora eran sólo turbios recuerdos que le producían asco. Quería olvidar, pero le costaba mucho hacerlo. No podía olvidar de la nada tan fácilmente
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