Cecilia es una chica joven, es hermosa y humilde. Por circunstancias de la vida llega a trabajar a casa de una de las familias más ricas en importantes del país, dónde conoce a Gustavo, un chico guapo y encantador, del cuál se enamora perdidamente. Le tocó abandonar sus sueños y metas para trabajar y así pagar las medicinas de su madre enferma. En su trabajo como empleada doméstica, Cecilia vive humillaciones y maltratos por parte de la hermana y sobrino de su jefe. Se desatan intrigas y amores desmedidos. Por maldad, los enemigos y verdugos de Cecilia, le tienden una trampa, por lo que decide irse lejos y renunciar al amor de Gustavo. Pero el destino le tiene preparada una sorpresa y regresa para reclamar lo que le pertenece y hacer pagar a sus enemigos, para así vivir feliz con el amor de su vida.
Leer másEra una mañana tan fría, no solo el hielo del clima despertó a Cecilia, sino que también los gritos que provenían de la cocina. Se tapa la cabeza con su almohada, no quería levantarse, estaba tan hastiada de lo mismo de siempre. Rogaba porque todo terminara de una vez por todas, se sentía molesta, agotada, a diario su padre ofendia y maltrataba a su madre. Hacía ya como 10 minutos, que Cecilia escuchaba aquellos molestos gritos de peleas, entre sus padres.
-¡Ya me tienes harto, no sabes hacer nada bien! -Le grita Oswaldo a Estela, lanzando la taza de café contra la pared- -No tienes porque tratarme así -Le dice Estela, con nostalgia-. Soy tu esposa, la madre de tu hija-. -Y ¿de qué me sirve eso?, ¡eres una inútil; ya recoge ese desastre -Le señala los trozos de vidrio-. -Lo único que hago es atenderte bien y amarte -Lo mira y solloza, mientras recoge los trozos de vidrios de la taza-.-El amor no sirve de nada, eres una idiota, yo no te amo, entiéndelo de una vez -Le da golpes en la sien, con sus dedos-. -¡No tienes que tratarme así! -Se levanta del suelo, furiosa, mira a su esposo y frunce el ceño-. ¡Ya estoy harta de tus insultos y de tus abusos! -Le dice, con el ceño fruncido-.-Y ¿que piensas hacer? -Le dice él, con tono de burla-. -Quiero el divorcio -Le contesta Estela, con energía seriedad-. -No digas tonterías, Estela -Se ríe-. Sin mi -Se toca el pecho con el dedo índice-, no eres nadie -Frunce el ceño-; tú me necesitas, lo quieres o no-. -Te equivocas, yo no te necesito -Frunce el ceño y le habla con rabia-. Quiero que te vayas, ya no te soporto, ¡ya no te amo! -Le grita-. -Está bien, cómo quieras -Frunce los labios y aprieta los puños-. Pero te vas a arrepentir de esto, ya verás -La señala, sus ojos se llenaron de ira ante lo que Estela le pidió-. Te vas arrepentir -Sube a su cuarto-. Estela, se quedó en la cocina, meditando lo que había pasado hace un momento. Se sumerje en un profundo llanto, arrojando los trozos de vidrio al bote de basura. Si corazón, hace mucho que se había quebrado y, ya no aguantaba un sólo más abuso. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ella realmente amaba a su esposo y le dolía mucho el hecho de que haya cambiado, un día, simplemente él ya no era el mismo. Los recuerdos comenzaron a invadir la mente de Estela Giraldo, haciéndola derramar lágrimas de dolor, pero dolor de saber que su matrimonio, se había roto. Ya nada era como hace 10 años, cuando se conocieron y todo era dulzura y mucho cariño. Eso es lo que más le dolía. ¿En qué momento todo cambió?, ¿en qué momento el amor de su vida, se convirtió en un desconocido?. Estela dirigió su nostálgica mirada hacia las escaleras, fijándose en su esposo, quien con una maleta y un bolso, bajaba uno a uno los escalones. Él la miró con rabia, repulsión y desprecio. Sentía pena por ella, sinceramente, nunca la amó.-Tal cómo lo pediste, me iré -Se para en frente de ella-. Pero sé que algún día, vas a rogar que vuelva -La mira con prepotencia, sintiéndose seguro, de lo que le decía-.-No Oswaldo, yo ya no te vuelvo a rogar nunca más -Le dice entre sollozos; sus ojos le ardían de tanto llorar-.-Sin mi, vas a padecer, a carecer, pronto te volverás un despojo -Le habla con desprecio, tratando de hacerla sentir mal- y, ningún hombre te va a querer-.-¡Yo no necesito de ningún hombre! -Le grita-. Sola, saldré adelante con mi hija -Le dice con energía seriedad-. Ahora, ya lárgate, vete de una vez y no vuelvas más-.-Como quieras -Le dice, frunce el ceño, se da vuelta y se va, para siempre-.Estela, derrumbada por el dolor, se sentó en una silla. Sentía como si un puñal filoso le atravesaba el corazón, lo tenía destrozado. No lloraba porque haya dejado por fin al desgraciado de su esposo, sino, por todos los años de sufrimiento, desprecio y humillaciones que padecieron por su culpa.Desde un rincón, la pequeña Cecilia había escuchado todo. Estaba triste, si, pero en el fondo, sentí un alivio, porque por fin ya no habrían más peleas ni gritos en su casa... Ahora, sólo eran ellas dos, se tenían la una a la otra. Estela tendrá que trabajar más duro para salir adelante con su hija. Era una dura realidad que tenía que afrontar, pero debía hacerlo, por ella pero, más que todo por su hija...Así iba a ser, pero el destino da muchas vueltas y, un día, todo cambiaría para ellas dos...Estela desasayunaba tranquilamente en la sala de su casa, miraba el canal de noticias de la mañana. Le era un poco extraño que Cecilia no se había despertado aún. Ya casi terminaba su desayuno, cuando su hija inrrumpió en la sala, saludando a su madre. Se veía radiante, brillando con esa luz tan espléndida que tenía de niña.-Buen día mamá -Ella la abraza y le da un beso fuerte en la mejilla-.-Hola, hija -Estela sonrió al notar a su hija tan animada-. ¿Qué tienes, por qué tanta emoción? -Le pregunta, sonriente pero inquisitiva-.-Por nada mamá, sólo estoy contenta y ya, siento que hoy será un buen día para mí -Abre los brazos, cierra los ojos y echa la cabeza un poco hacia atrás-.-Me hace muy feliz verte con tanta alegría, hija -La mira con dulzura-. Eres una chica maravillosa, la mejor hija del mundo-.-Y tú eres la mejor madre del mundo -La abraza duro y le da otro beso en la mejilla-.-Te quiero mucho hija -Le sonríe y se queja al sentir un dolor fuerte en el pecho-.-Mamá, ¿qué tienes? -Cecilia se agacha frente a ella, algo preocupada-. ¿Dónde te duele?-.-No es nada hija, ya se me va a pasar, tranquila -Habla Estela entre pequeños quejidos. Si tenía algo realmente preocupante, pero no quería alarmar a su hija-.-Pero, mira como estás, tenemos que ir al médico -Cecilia estaba realmente preocupada por su madre-.-Ya te dije que estoy bien hija, no hay nada que preocuparte, seguro dormí mal o es un pequeño gas, ya se me va a pasar, no te preocupes -La mira con ternura y le acaricia la mejilla-.-Está bien, mamá, pero si el dolor vuelve, digas lo que digas, iremos al médico -Le advertimos, Cecilia-.-Tranquila mi amor, ya estoy bien -Le sonríe-.-Vale -Cecilia se levanta-.-Pero, anda, ve hacer tus cosas -Le dice Estela-.-Sí, ya me voy, pero volveré pronto -La señala-.-Ok, te esperaré -Ella le vuelve a sonreír a su hija-.-Te quiero, nos vemos -Le da un beso en la frente a su madre-.-Que te vaya bien, mi amor-.-Adiós -Cecilia abre la puerta y sale-....La preocupación le carcomía a Cecilia cada parte de su cuerpo, se sintió preocupada por su madre; aquel arrepentido dolor en su pecho, no le pareció para nada normal y, por alguna razón creía que ya le había dado más antes.Sus pasos eran firmes, iba camino hacia un lugar en especifico. Calle Madrid, mansión Ferrer. Iría a pedir trabajo o, más bien a una entrevista.Cecilia llevaba una semana y media buscando trabajo y no conseguía nada, hasta que una amiga de su madre le dijo que fuera a la mansión Ferrer, ella le ayudó como portavoz, la logró con el dueño y señor, Esteban Ferrer; le habló sobre ella y le explicó que Cecilia es una buena chica, atenta y trabajadora. El hombre, en vista de que se necesitaban más empleados en su casa, deseaba que la chica fuera, para ver qué tal le iba.Había llegado por fin a la dirección, se detuvo frente a un enorme portón blanco, habló con un hombre, el cual parecía ser vigilante de la casa y le explicó la razón de su visita. Aquel hombre sabía que ella iría, por lo que sin rodeos, la dejó entrar.Cecilia caminó un poco más, hasta llegar a la puerta de la casa. Habían arbustos hermosos y verdosos, una fuente, pequeñas estatuas, aquel lugar era increíble, su vista estaba maravillada; jamás en su vida, vio un lugar como aquel, sintió como si estuviese en un cuento de hadas y que aquello, era un reino. En pocas palabras, para ella, aquella casa, era un paraíso. Tocó dos veces a la puerta y, en menos de 5 minutos, una mujer algo alta, de estatura 1.70, blanca, ojos marrones, de cabello Lazio, negro le abrió la puerta. Era una mujer con un estilo, bastante elegante, elegante, tenía el ceño fruncido; Cecilia pensó que era la dueña de la casa, se dió cuenta que a juzgar por su cara y su actitud, era de carácter fuerte, pero aún así, dejó el miedo a un lado y se presentó. -Buenos días, mucho gusto -Estrecha su mano, sin recibir un saludo de vuelta-, me llamo Cecilia Carmona y vengo por el trabajo que me ofrecieron acá -Sonríe amablemente, bajando su mano, esperando una respuesta de la otra mujer-.Sandra Ferrer, era el nombre de aquella mujer. Era dura, frívola, arrogante y déspota. Era la hermana de Esteban Ferrer y por mala suerte de Cecilia, fue ella quién le recibió...La dulce chica seguía esperando una respuesta, un saludo al menos, pero de Sandra, no salía ni una sola palabra, sólo miraba con recelo a la chica, la detallaba de pies a cabeza, la juzgaba con la mirada, había desdén en ella, le parecía una chica patética y sin gracia.-Sí vienes por el empleo, espero que tengas claro que soy muy estricta y que debes hacer bien tu trabajo, aquí, nada será fácil para ti, pequeña -Le advirtió. termina de hablar y le sonríe con sarcasmo-.Cecilia quedó callada, no supo que respondiera en aquel momento, se sintió intimidada por Sandra y, sí, en el fondo lo sabía. No la iba a tener nada fácil, pero aún así, daría su mayor esfuerzo. Algo que ambas no sabían, es que, a partir de ese día, sus vidas iban a cambiar, para siempre.Cecilia estaba acostada de lado, mirando como le pasaban el tratamiento y el suero. Sus ojos estaban rojos, los sentía pesados. Le dolía el pecho, pensaba en ese extraño sueño que tuvo y que ahora ya no le era tan extraño. Fue una visión, el sueño le mostró que estaba embarazada.-¿Cuánto tiempo tengo de embarazo? -Le preguntó Cecilia a la doctora, quién le pasaba tratamiento.-Tienes a penas un mes de embarazo, pero todo con tu bebé está bien, no tienes nada de qué preocuparte -La doctora le sonrió amablemente.-Que bueno -Dijo Cecilia. Se sentía exhausta, sin ganas de nada.No era un amanecer como cualquier otro, Cecilia observaba un gris en las nubes mañaneras, un tiempo nublado y mucho frío.Esos climas y esos tiempos lluviosos, le daban mucho miedo a Cecilia, le daban muy mala espina.Su piel se erizaba y ella sólo se cubría con la sábana. Cerró los ojos y trataba de pensar en algo bonito; lo único que le llegó a su mente, fue su hijo. Ese pensamiento le dió calma, aunque fuese u
-¿Cómo está Cecilia? -Le preguntó Estela a Amanda, sintiéndose aún mal y nostálgica. La culpa la invadía.-Está bien, un poco más calmada -Le respondío Amanda.-Debe odiarme, aún no me quiere hablar -Estela se sentó en el sofá y suspiró, llevando sus manos a la cara.-Tienes que entenderla, para ella nada de esto es fácil y no es para hacerte sentir mal, pero tienes que afrontar las consecuencias de tus actos -Le dijo con energética seriedad-. Sí, le ocultaste eso por las razones que fueran, lo entiendo, pero no pretendas que Cecilia te perdone tan rápido por algo que le está afectando mucho -Amanda feu muy sincera con Estela. Aquellas palabras fueron duras, pero eran necesarias.-Lo sé, sé que soy la única culpable de todo esto, sé que no es fácil para ella asimilar todo esto, pero no quiero que odie para toda la vida -Los ojos de Estela se llenaron. de lágrimas y contuvo las ganas de llorar.-Ceci necesita espacio y mucho tiempo para aceptar todo lo que le está sucediendo. Dele tiem
A penas se podía observar el amanecer, eran las 5:43 de la mañana y unos tenues rayos de luz acariciaron el hermoso rostro de Cecilia. Había dejado la ventana de su habitación abierta ya que la noche anterior se quedó un buen rato sentada frente a ella, observando la luna.Hacía un poco de frío y ella no quería levantarse de la cama, quería seguir acostada para no enfrentar un nuevo día, en el que no sabía con que se encontraría o que otra cosa descubriría. Le tenía tanto miedo a las sorpresas y para ella, el mejor plan que tenía, era no salir de su habitación.Los recuerdos la invadieron haciéndola sentir mal, como si ya con todo lo que le estaba sucediendo no fuera suficiente. Recordó el primer beso que Gustavo le dió, aquella noche maravillosa y mágica cuando hicieron el amor por primera vez; tantas cosas hermosas que vivió con él y que ahora eran sólo turbios recuerdos que le producían asco. Quería olvidar, pero le costaba mucho hacerlo. No podía olvidar de la nada tan fácilmente
El destino da mucha vueltas. Un día estamos en el cielo y al otro caemos sin paracaídas, estrellando nuestro rostro contra el suelo...Hay personas que nacen y crecen dentro de una familia humilde, como el caso de Cecilia. En su vida sólo ha tenido a su madre y con lo poco que ella pudo darle, vivió plenamente feliz, sin quejarse... Pero también existen personas que nacen en cuna de oro, lo tienen todo y aún así ambicionan tener más. Al igual que Sandra. Lo ha tenido todo siempre y aún así ambiciona tener mucho más y, ahora más, sabiendo que Cecilia es la nueva heredera de su hermano. Siente que su "fortuna" está en riesgo. Ve a la chica como una fuerte rival, pero como una vez lo dijo, ella no iba a permitir que nadie se interpusiera en su camino y le arrebatara lo que era "suyo"...Muy bien ella pudo seguir así, teniéndolo todo, sin preocupaciones y sin ningún tipo de responsabilidad, lo tenía absolutamente todo... Una familia, un hijo el cuál la quería, pero su odio y su resentimie
Cuando amas a alguien realmente sientes alegría, como el que el mundo está a tu favor. Gusto al estar con esa persona y a demás sientes seguridad y también eres capaz de darle seguridad y una estabilidad emocional a él o a ella, en su defecto. Además de calor y calentón, siempre estás contenta o contento y tienes una sensación de bienestar prolongado cuando estás al lado de esa persona a quien amas. Así mismo sentían Gustavo y Cecilia. Aunque ella estaba bastante confundida por todo lo que sucedía a su alrededor, él estaba decidido a no dejarla ir, no le importaba nada ni nadie, ni mucho menos saber que era su hermana; por nada del mundo él iba a renunciar a ella.Estaba enamorado de ella, no de su hermana, si no de la chica que llegó un día a su casa a trabajar como sirvienta. Aquella chica dulce e inocente, esa que lo enamoró con una cálida y hermosa sonrisa, la de la mirada brillosa y resplandeciente. De ella fue quién se enamoró él y no quería perderla.Es verdad que ningún ser hu
-Espero que esto sea suficiente para que te calles la boca -Le dijo Sandra a Oswaldo, entregándole un sobre amarillo con dinero.-Depende de la cantidad -Él tomó el sobre y le sonrió-. Por ahora creo que sí es suficiente, de todos modos estaremos en contacto, señora Sandra -Hizo énfasis en el nombre de la mujer.-A usted no le conviene meterse conmigo, en nada le conviene -Ella frunció el ceño.-No me amenace, por favor. Usted no está en posición de amenazar, porque lo que usted hizo -La señaló-, es un delito grave y si yo hablo, usted va a la cárcel, señora -La miró de arriba abajo y le dedicó una mirada desafiante.-Usted está cometiendo un grave error al meterse conmigo -Sandra arqueó una ceja y lo miró con odio-. Usted no sabe quién soy y puedo llegar a ser la pero persona del mundo.-Usted no me da miedo y, todo eso, yo lo sé; si sé quién es usted y por eso, más le vale hacer lo que le pido, porque su libertad, depende de mi silencio -Le sonrió-. Que tenga buen día -Se levantó de
Último capítulo