"Sin besos no hay acción"

—Felipe—

La subo en la parte trasera y hace una mueca en sus labios, sus mejillas están rojas, una chica como ella no debe tener vergüenza alguna, será que no esperaba que le dijera tal cosa, subo al coche también y elevo la calefacción, no dejo de mirarla por el retrovisor y noto como se limpia las lágrimas que descienden.

Aparte de malcriada, sentimental, el combo perfecto.

—¿Por qué lloras? — le pregunto y mantengo mi posición fría.

—No te incumbe— masculla y muerde sus labios.

—Bien.

Gira su rostro y cabello cae a un costado de su cuerpo, es un pecado que ande por las calles y más con esa ropa que trae, sus manos forman un puño, y cuento regresivamente hasta tres, sé que explotara por lo que sea que está atragantando y callando en sus gruesos labios. Llevo años lidiando con mujeres, pero como esta ninguna.

Espero no diga nada de la estupidez que dije hace un momento, no puedo hacerlo, aunque me muera de ganas.

—Te diré una cosa— levanta su dedo con sus largas uñas adornadas de no sé qué, trato de reprimir la risa que me da.

—Habla soy todo oídos— la animo y la miro por un momento.

—Algún día será una mujer como aquella pelirroja— ¿celos? —, vestiré elegante con mucho estilo y todo el jodido mundo girara a mirarme cuando mis tocones resuenen, no quiero que un malnacido me folle porque siente lástima.

Lo último es una indirecta, muy directa.

—No sé quién será ese malnacido, pero yo no lo haría por lástima, sino por gusto— suelto, sin anestesia y directo.

Malditas ganas...

Sus labios se abren y trata de disimular, soy un completo cabrón, ni yo mismo mantengo mis palabras.

—Seré grande y hombres como esos, me rogaran que no los hunda— asiento, y ella sonríe con orgullo, no tengo dudas de eso.

—Sr. Ribeiro…

Busco su mirada y bosteza, es una pequeña y soy un enfermo.

—Felipe, Samantha— la corrijo, y sus ojos brillan, bajo los reflectores de los coches que viene al contrario de la vía.

—Sam, Felipe— sonríe y se acuesta en el cojín, soltando un pequeño bostezo.

—Serás mío, hoy, mañana o el día que sea… —asegura y cierra sus ojos.

Continúo manejando camino a mi departamento. Será la primera mujer en dormir aquí, me portaré bien. No romperé más reglas, solo una, no tendré relaciones con ella, no puedo.

Llegamos y bajo del coche, al abrir la puerta su hermoso trasero me recibe.

Esto sí que será difícil…

La cargo en brazos y sus labios rosados están entre abiertos, el olor a licor me revuelve el estómago, una mujer no debe de consumir tal cosa, y como soy un cabrón, la llevo al tocador y la acuesto con cuidado en el yacusi, abro la jodida llave; el agua fría a presión la llena rápidamente.

—¡Aah!, ¡pero, qué m****a! ¡Estás loco, imbécil! — grita y agarro la ducha de mano y la apunto a su cara y grita mucho más—, ¡detente, ya, ya!

— En mi cama no dormirás con ese olorcito que tienes— aclaro y su cara es un poema, busco en los estantes y saco un cepillo de dientes nuevo, pasta dental y champú, se los lanzo al yacusi — ahí tienes las toallas— señalo abriendo la otra compuerta.

—Eres el ser más despreciable. No pienso dormir en este lugar.

Al levantarse sus pezones se marcan por completo en su camisa, eleva un pie por encima del borde para salir y por sus botines resbala y la agarro rápidamente, cayendo en mis brazos,

Su mirada verdosa me jode de mil maneras y humedece sus labios, no dejo de verla fijamente y mi autocontrol se va al carajo.

La cargo mojada y la dejo en mi cama, su respiración se acelera y, me deshago de mi camisa bajo su atenta mirada que me consume, quito sus botines empapados y los lanzo al suelo. Ella me jala del borde de mi jean y trata de darme un beso, la alejo y bajo el cierre de su pequeña falta, su tanga de hilo me hace gruñir, su venus sé trasparencia por completo.

 Putas fantasías que me causa está malcriada.

—Pensé que no dormiría en tu cama— suelta con picardía y se apoya en sus hombros, sé que no estoy hablando con una niña.

—Dormir es una cosa y, tener sexo otro, regla uno, no saldrá nada de aquí— muerdo su abdomen, y dejo un beso el, al quitar su blusa, quedándose en sujetador que hace juego con su tanga, sus curvas son perfectas y deseo recórrelas—, regla número dos, cero besos.

Ríe con todas sus ganas y niega, me empuja un poco del pecho y con su dedo índice desciende hasta de mi pectoral, bajando delicadamente, estremeciéndome todo mi sistema.

—Okey, debes ser bien hábil, Sr. Ribeiro. Los besos son el primer paso para encender la pasión— asegura y dejo un beso en su cuello y muerdo el lóbulo de su oreja que la hace gemir, solamente con eso.

Estamos con las mismas ganas, Cosita.

—Lo soy, y no es necesario besos, para hacer que te vengas todas las jodidas veces que quiera.

—Regla número tres— me quedo esperando que la diga, ríe como una cabrona y no puedo negar que me gusta la vida que tiene—, el que se enamora, pierde, no quiero amor, solamente sexo.

Bueno, no quiero amor tampoco.

—Hecho, cuarta y última regla. No más de tres veces— suelto y todo su rostro cambio a uno más serio—. No soy de repetir, más de dos veces y, contigo, estoy haciendo una excepción, así que alégrate.

—¡Eres el hombre con un jodido ego más grande que su verga!

—¿Me la has visto?— curvo mis labios y no esperaba tal atrevimiento de su parte, su mano viaja a mi entrepierna y lo aprieta con fuerza.

Provocando que suelte un gruñido.

—Te aseguro que su longitud costara entrar en mí, pero… — muerde sus labios y se pone de rodillas quitando su sujetador, dejando ver sus redondos y perfectos senos, sus pezones rozados y erectos rozan mi pecho, cuando se coloca muy cerca de mí, su olor a alcohol ya me da igual, poso mis manos en su pequeña cintura y acaricio su piel con mis dedos—, sin besos no hay acción, así que decide.

—Eres muy caprichosa, te quedarás con las ganas— bramo y mi cuerpo se tensa, los dos nos jodemos.

 No pienso, romper otra regla.

—¿Cuál es el miedo? ¿Qué te gusté y no puedas parar?

Las dos...

—Duerme, mañana te llevaré— le ordeno y me alejo de ella.

—Como ordene Sr. Ribeiro. ¡Ah, y por cierto!, duermo sin ropa, no entre sin tocar.

Esta es más víbora que Rain.

Maldigo y salgo con mi miembro duro azotando la puerta. No pienso besarla, ella es testaruda, pues, yo lo soy más.

Aquí no caeré yo…

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