Dante
No soy un hombre de besos. Al menos no desde hace mucho tiempo.
Me gusta el contacto carnal, saciar mi deseo, pero esto… esto es otra cosa.
El contacto de sus labios con los míos es un instante que lo borra todo. Como si el mundo entero se desvaneciera y solo quedara este momento, esta sensación que empiezo a experimentar como si fuera la primera vez.
Siento su respiración entrecortada contra mi piel, y cuando escucho el pequeño suspiro que escapa de sus labios, me doy cuenta de algo. He cerrado los ojos.
Los abro de inmediato y la veo. Lucía sigue con los ojos cerrados, su cuerpo tiembla mucho menos y la tensión que antes dominaba su postura se ha disipado levemente.
Por alguna razón, aunque sé que debería alejarme, no lo hago. En cambio, me permito mirar sus labios rosados y murmuro en voz baja:
—¿Mejor?
Ella parpadea y me mira con tanta intensidad que siento que es la primera vez que realmente la veo. Durante un momento, el silencio se instala entre nosotros, hasta que ella a