Esa noche me quedé en la mansión, pues Fatima no quería que me marchase tan pronto, quería que al menos esperase al día siguiente.
- Somos sus esposas – aseguraba en la cena, frente al resto de la familia. Aunque Ali no estaba, debía guardar reposo absoluto al menos aquella noche – debemos cuidar de él.
- Fatima tiene razón – añadía mi cuñada – deberías quedarte hasta que Ali se recupere.
- ¿dónde está Amir? – preguntó mi compañera
- Lo he dejado con su abuela.
- No sabía que tu madre aún viviese, creo que Ali me dijo que ella…