Su vuelta a casa fue un verdadero infierno para mí, no podía sacarla de mi cabeza, ni siquiera cuando estaba con otras mujeres, ni siquiera cuando intentaba retomar mi vida. Parecía que había causado un caos en mi interior, parecía imposible reponerme después de haberla perdido.
Aneesa estaba sobre mí, en mi habitación, en mi cama, dándome placer, o al menos esa era la idea, porque no podía sentir absolutamente nada.
La eché a un lado antes de que hubiese terminado, agarré un par de billetes de la mesilla de noche y se los tiré a la cara, mientras ella me miraba sin comprender.