Capítulo Cinco: Amor y odio.

-Me gusta la nueva actitud de Angelique, bueno, ella siempre ha sido así; tan alegre -Movía el arroz con el tenedor-, risueña -Sonreía al hablar así de su hija.

-Sí, tienes razón. Tiene días así -Martín estaba inquisitivo. Le extrañaba la actitud de su hija, pero le intrigaba más, la razón del por qué-. ¿Qué la tendrá así? -Miró a su esposa.

-A mi me gusta verla así -Dijo y luego se llevó un bocado de carne a la boca.

Mariana sentada al lado de su padre, escuchaba todo lo que decían de su hermana, algo que le molestaba mucho. Le hervía la sangre cada vez que elogiaban a Angelique.

La conversación llegó a un punto en el que la estaba incomodando mucho. Se sentía hastiada, ella repudiaba a su hermana desde lo más profundo de su ser. Sentía celos hacia ella, pero más que eso, la odiaba.

Mariana era frívola, despiadada, manipuladora y despota; odiaba con todo su ser cualquier comentario positivo de quién fuese, hacia su hermana. La envidia lae carcomía en los huesos, siempre estaba intranquila, sabiendo que su hermana siempre fue la favorita y querida de todos.

Obviamente estaba cegada por el resentimiento, a ella si la querían, pero su mal carácter no la dejaban verlo, por eso se dedicó hacerle la vida imposible a Angelique...

Mariana era poco simpática, era una mujer que utilizaba sus habilidades con el objetivo de perjudicar a cualquiera, incluso a sus padres, también utilizaba esas habilidades para conseguir todo lo que deseaba, utilizando a estos efectos recursos deshonestos que lindan con la ilegalidad. Pero todo eso, la llevó a cometer errores nefastos, que la hicieron perder al único amor puro que tuvo en su vida...

-Ya se me quitaron las ganas de desayunar -De mala gana, dejó los cubiertos en la mesa. Tenía el ceño fruncido y miró a sus padres con rabia-. Me iré a dar un paseo, adiós -Se levantó de la silla, dejando la mitad de la comida en el plato.

-¿Que le pasó?, ¿por qué actúa de esa manera? - Preguntó Martín confundido.

-A veces eres tan ciego para notar las cosas -Le habló Roberta con ironía-. ¿No te das cuenta que se enojó por el simple hecho de que hablé bien de Angelique? -Se agitó y frunció el ceño. Le enojó que su hija se fuera en pleno almuerzo.

-Esas son tonterías, Mariana no es así, seguramente es otra cosa -Martín siguió comiendo, sin hacer el más mínimo caso a lo que sucedía al rededor.

-Tú no te quieres dar cuenta de las cosas, pero Mariana odia a su hermana, le tiene celos -Le dijo Roberta, tratando de hacerle entender lo que su hija sentía.

-Eso sucede por tu culpa; lo único que haces es elogiar a Angelique en todo, la premias por cualquier cosa que haga, haciendo sentir mal a Mariana -Le explicó con molestia.

-Estás totalmente equivocado, jamás he hecho sentir mal a mi hija, sin embargo tú, vives reprochando a Angelique todo lo que hace y con Mariana, le empañas todo lo que haga, la consientes demasiado, tú eres el único culpable de que ella sienta tantos celos por Angelique -Le dijo Roberta con energética seriedad. Frunció el ceño y se marchó del comedor, dejando solo a su esposo.

....

Mariana había subido a su habitación, la rabia de haber escuchado todo lo que su madre dijo referente a su hermana le hacía hervir la sangre. Respiraba de manera agitada, golpeó una silla con sus pies, gritó y se acercó a la ventana diciendo:

-Me las vas a pagar, m*****a desgraciada. Todas y cada una, me las vas a pagar -Frunció el ceño-. Tienen que amarme a mi, no a ti. Siempre te haz creído la perfecta, pero te voy a destruir, me cueste lo que me cueste, pero te voy a destruir.

...

La tarde era hermosa y Damián no hacía otra cosa más que admirar el bello rostro de Angelique. Ambos estaban sentados en el prado, en el verde cesped que les brindaba la naturaleza.

Hablaban sobre ellos, sobre sus infancia y en lo que había sido de sus vidas, se conocían un poco más, de lo que ya sabían el uno del otro.

Había mucha química entre ellos. Reían de sus extrañas anécdotas de niños, de las travesuras que alguna vez cometieron; también se contaron sus tristezas, más que todo Damián, quién perdió a sus padres siendo aún muy joven, pero le hizo sentir bien el tener la compañía de Angelique, ella. pudo consolarlo con pequeñas caricias. Lo hizo sentir acompañado, que no estaba solo.

-Me siento muy bien estando contigo -Le dijo él, regalándole una pequeña sonrisa.

-Yo también. Hacía mucho que no me sentía tan tranquila, tan llena de paz y eso te lo debo a ti, así me siento cuando estoy contigo -Ella le sonrió y acarició una de sus manos.

-Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida -Le dijo con ternura, sin dejar de mirarla a los ojos.

-De seguro le dices eso a todas tus conquistas en las primeras citas -Le dijo ella con sarcasmo.

-No, para nada -Se acercó más a ella, haciéndole pequeñas cosquillas-. Porque esta es mi primera cita y tú eres la primera chica que me ha interesado de verdad -Bajó más el tono y fue serio-. De verdad que me interesas mucho, Angie. Te lo repito, jamás en mi vida había sentido algo como lo que estoy sintiendo por ti. No sé si me estoy volviendo loco, pero, me estoy enamorando de ti y a penas tenemos días conociéndonos -Bufó, pensando que estaba loco.

-No te sientas mal y tampoco creas que es una tontería, porque yo también me siento igual -Lo miró a los ojos-. Desde que te conocí, me he sentido igual que tú, no hago otra cosa más que pensar en ti; también me estoy enamorando de ti y eso es algo de lo que no quiero escapar -Le dijo.

Damián no aguantó las ganas y la besó, demostrándole con todas sus ganas, todo lo que sentía por ella.

Muchas veces las personas creen que el amor a primera vista no existe, pero si existe y así sucedió con ellos. Se enamoraron desde el primer momento en que se vieron.

Ambos estaban enamorados y lo único que querían era vivir ese cariño con mayor plenitud, pero una nube negra estaba por asecharlos; era una nube la cual iba a impedir a toda costa la felicidad de ambos...

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