Capítulo Tres: La fiesta.

Angelique no dejaba de pensar en Damián. Aquel beso la tenía inquieta. ¿Por qué la besó?. Pensaba que fue porque estaba desorientado y quizá fue un impulso y por eso la besó.

Ella no negaba haber sentido cosas, pero, ¿quién era él?, ¿por qué se desmayó?...

Ella lo ayudó a levantarse, lo acompañó hasta cierto punto y ya cuando él se sintió mejor, se subió a su caballo y se fue.

Obviamente Angelique no era la única que pensaba en el beso. A pesar de que tuvo un fuerte golpe en su cabeza, recordaba con exactitud todo lo que pasó con su rescatista. Para él, Angelique era como un ángel, había llegado justo a tiempo, de no haber sido por ella, él no sabía que hubiese sucedido con él.

A pesar de que pasaron muchas horas desde aquel encuentro entre ellos, Damián no podía sacar de su cabeza a Angelique.

Tenía su rostro en su mente y el sonreía por eso.

...

Mariana y Octavio se besaban con mucha pasión, estaban descontrolados. Ella disfrutaba mucho hacer el amor con su novio. la manera en que la besaba y la tocaba, la hacía sentir un éxtasis descomunal. Ella explotaba de placer cada vez que era suya.

Octavio entraba y salía de ella, la penetraban con rapidez y ella gemía. Él lamía su cuello y succionaba sus pezones, ella gemía. Nadie le hacía sentir tanto placer como él. Sin duda, el sexo entre ambos era algo fantástico y maravilloso para los dos.

Octavio lo hacía con movimientos lentos, luego iba un poco más rápido y Mariana gemía y jadeaba. Se sentía exhausta, pero no quería parar por nada del mundo.

-Te amo, Mariana -Le dijo Octavio entre jadeos.

-Bésame -Le pidió ella, jadeando.

Octavio continuó haciéndole el amor a su amada y al cabo de unos minutos más, había acabado. Él gimió y soltó un ligero suspiro, al igual que Mariana.

...

(Días después)

Ya estaba todo listo para la fiesta, todo totalmente organizado. La música, la comida, bebidas y muchos invitados.

Angelique no tenía idea de que en su casa harían una fiesta, ella estaba confundida, no entendía a qué se debía aquella "celebración".

-Mamá, ¿me puedes explicar de que se trata esto? -Le preguntó, confundida.

-Esto es cosa de tu padre, hija -Le respondió Roberta, un poco nerviosa.

-Pero, ¿una fiesta para qué?. No nos dijo nada -Le intrigada saber la razón de aquella fiesta.

-Por fin algo divertido en esta casa -Mariana sonreía.

-¿Tú sabes a qué se debe todo esto? -Le preguntó Angelique.

-No, pero para mí está bien, me gusta -Mariana observaba la decoración.

-Que bueno que están aquí -Martín sonreía.

-¿Por qué hiciste una fiesta? -Le preguntó su hija, Angelique.

-Para conocer a las personas de esta región. Somos nuevos y no conocemos a nadie. ¿Tiene algo de malo que yo haya hecho una fiesta? -Le respondió su padre, excusando su verdadera razón.

-No, no tiene nada de malo, pero si me parece muy extraño, no nos dijiste nada -Le dijo ella, con mirada inquisitiva.

-A mi me parece bien, papá. Me gusta esta fiesta -Mariana lo rodeó con su brazo y le dió un beso en la mejilla.

-Tú deberías ser un poco más como tú hermana -Le dijo Martín a Angelique.

-Martín -Le dijo Roberta, frunciendo el ceño. Le molestó lo que le dijo a su hija.

Angelique frunció el ceño. Le dolió lo que su padre le dijo. No dijo nada y se retiró. Subió las escaleras hacia su habitación y se encerró.

-No debiste decirle eso -Le dijo Roberta a Martín con energética seriedad.

-Mi papá no dijo nada malo -Dijo Mariana.

-Tú cállate que no estoy hablando contigo -Le regañó a su hija.

-No le hables así, no ha dicho nada malo -Martín le frunció el celo y le habló con molestia.

-Soy su madre, tengo derecho; sin embargo, tú no tenías porque decirle eso a Angelique -Roberta seguía furiosa.

-Sólo le dije la verdad. Ella nunca está de acuerdo conmigo -Le dijo, con incrédula obviedad.

-Yo tampoco estoy de acuerdo contigo y todo esto -Hizo un gesto con sus manos, refiriéndose a la fiesta-, es una tontería -Dijo, y se marchó a la cocina.

-No le hagas caso papá, fue una buena idea todo esto -Mariana le sonrió.

-Gracias, hija. Anda, ve y disfruta de la fiesta -Le dijo a su hija.

-Esto haré -Mariana sonrió y se fue a la sala.

...

Martín había invitado a las personas más importantes del pueblo. Al alcalde, hacendados, algunos políticos, entre muchas personas más. Pero todos aquellos hombres estaban casados. Con algunos de los hacendados tocó el tema de inversión en la producción de su hacienda, pero ninguno quiso hacer negocio con él.

La frustración de pensar que aquella fiesta estaba siendo un fracaso, lo inquietaba, pero todo su mal humor cambió al ver a dos hombres jóvenes, hablar. Aquellos hombres, se encontraban solos y él pensó que nadie los acompañaba.

Martín se acercó a ellos y se presentó.

-Buenas noches, caballeros. Espero que estén disfrutando de la velada -Les dijo Martín, con una sonrisa en el rostro.

-Muchas gracias señor. Está muy bueno todo -Le dijo Octavio Montesinos, quien le sonreía amablemente.

-Que bueno que disfruten de la fiesta. Me llamo Martín Alvarado -Se presentó.

-Mucho gusto, Octavio Montesinos -Le estrechó la mano- y él es mi hermano mayor, Damián -Le dijo él.

-Es un gusto -Le dijo Martín a Damián.

-El gusto es mío -Damián le sonrió.

-Y ¿a qué se dedican? -Preguntó Martín, bebiendo un sorbo de champagne. Miraba a los chicos de forma inquisitiva.

-Tenemos una hacienda, de hecho es la más importante de esta región; la heredamos de nuestros padres -Octavio sonrió y miró a su hermano, esperando a que asintiera.

-Vaya, que bien. Bueno, que gusto tenerlos acá -Martín les sonrió "amablemente", pero lo que ellos no sabían, es que Martín los veía como excelentes esposos para sus hijas.

-Si me disculpan, iré por otra copa de champagne. Ya regreso -Dijo Damián.

El apuesto hombre de 30 años, caminó del vestíbulo a la cocina. No encontró a nadie que lo pudiera ayudar, al parecer el personal de servicio estaba en las otras áreas de la casa, atendiendo al resto de invitados. Él estaba de espaldas hacia la puerta, por lo que no pudo ver quién entró en ese momento, pero si sabía que alguien había entrado.

-Buena fiesta, ¿verdad? -Le preguntó a la persona sin haberse dado vuelta.

-Eso creo -Le respondió Angelique, sin saber que aquel era el hombre que había rescatado.

Damián al escuchar su voz supo de inmediato que era ella, la mujer que lo ayudó aquella mañana en el prado. Él no se quiso dar vuelta, no quería que ella supiera que era él.

-Bueno, con permiso, nos vemos -Ella sólo tomó un vaso con agua y se marchó.

Damián estaba inquieto y algo sorprendido. No pensaba encontrarse con ella ahí, pero lo que él no sabía, es que aquella chica, era la hija del anfitrión de la fiesta a la que fue invitado.

Damián no quiso perder la oportunidad y salió corriendo detrás de Angelique, alcanzandola.

-Eres tú -Le dijo él.

-¿Disculpa? -Dijo ella, sin recordarlo-. ¡tú! -Dijo, con incrédulo asombro-. El hombre del prado. También fuiste invitado -Sonrió.

-Sí, supongo que tú igual -Él le sonrió.

-No, yo vivo acá, mi padre es Martín -Le respondió ella.

-¡Wow!, no lo imaginé. Entiendo, que bien -Le dijo él-. De igual forma, para mí es gusto, volver a verte -Damián le tomó la mano y le sonrió.

Los dos se sonreían, Angelique a diferencia de Damián, estaba nerviosa...

Ambos eran observados por Roberta, quien luego fue acompañada de su esposo.

-¿Quién es ese hombre? -Le preguntó ella, inquisitiva.

-Damián Montesinos, un millonario hacendado y futuro esposo de nuestra hija -Le dijo Martín, sonriendo con satisfacción.

Roberta lo miró confundida, a pesar de que sabía a la perfección sobre su delirante plan por conseguirle esposo a sus hijas, no entendió porqué le dijo, que Damián sería el futuro esposo de Angelique. Ella no lo entendía, pero en eso que dijo Martín, no se equivocó...

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