Elise se acercó con ese caminar perfectamente calculado, cada paso un recordatorio de lo cómoda que se sentía en ambientes como este. Usaba un elegante conjunto off-white que probablemente costaba más que tres meses de mi salario, cabello impecablemente arreglado, maquillaje que parecía profesional.
Y entonces, como si el universo decidiera que mi día no estaba lo suficientemente complicado, vi a Alex apareciendo justo detrás de ella.
Mi mano encontró la de Christian instintivamente, agarrándola con fuerza. Me lanzó una mirada rápida, entendiendo la situación inmediatamente.
—Christian Bellucci —saludó Elise cuando se acercó, su sonrisa profesional no combinando con la mirada calculadora—. Qué sorpresa encontrarlo aquí. Qué bueno tener a la Vinícola Bellucci como nuestro cliente.
—Señorita Costa —respondió con una educación fría—. Marco se encarga de esa parte de los negocios.
Su mirada se deslizó hacia mí, y algo brilló en sus ojos. No era exactamente hostilidad, sino una mezcla