La Capilla Nuestra Señora de la Concepción nunca había lucido tan hermosa como aquella mañana soleada de domingo. Rayos dorados de luz filtrada entraban por los vitrales de colores, creando un caleidoscopio de tonalidades que danzaba suavemente sobre los bancos de madera oscura donde nuestra familia y amigos más cercanos estaban reunidos.
Matteo estaba absolutamente perfecto en mi regazo, vistiendo el traje de bautizo tradicional de la familia Bellucci - un conjunto de lino blanco bordado a mano que había sido usado por Christian, una tradición que ahora continuaría con nuestro hijo. Sus ojitos azules, tan parecidos a los de su padre, observaban curiosamente las velas parpadeantes y las flores blancas que decoraban el altar.
—Parece un angelito —susurró mi madre, que estaba sentada a mi derecha, los ojos brillando de orgullo maternal y abuela radiante. No dejaba de arreglar invisibles arrugas en el conjunto de Matteo, como si quisiera garantizar que todo estuviera absolutamente perfe