XI- La Virgen del Mafioso.

Y así fueron pasando las semanas para los dos. Vivían juntos en el departamento de Aysel y aunque Fabrizio prefería tenerla en la mansión, completamente vigilada, entendió que ella se sentía más libre fuera de ahí.

—¿Te gusta? —le preguntó, mientras ella veía el espacio vacío en donde debería estar la sala.

—Es preciosa... —murmuró con asombro.

Era una mansión en el bosque de tres pisos. Estaba alejada de todo y parecía perfecto para que ella pudiera relajarse. La casa estaba vacía, los pisos eran de cerámica negra y las paredes eran de color gris. Algo que no le gustaba del todo a Aysel porque ella prefería la claridad.

—Puedes decorarla tú misma. No hay límite para lo que desees tener aquí. Si quieres quitas los ventanales o podemos hacer nuevamente la cocina —le señaló el otro lado de la casa.

—Creo que es muy grande... —miró que no había interruptor—. ¿Cómo se supone que se van a encender las luces?

Él sonrió y la abrazó.

—Son automáticas. No vas a tener que sufrir mucho por las
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