Lara introdujo la llave en la cerradura y giró, al instante un clic le dijo que podía tirar de la puertecilla. Abrió el casillero y se quedó por espacio de un par de segundos observando su interior. Una pila de folders descansaban en la caja acompañados de un sobre blanco con un rótulo: “Instrucciones”

Mas instrucciones. Al menos ya tenía algo más que leer que la hojita que acompañaba a la llave.

Tomó los documentos y salió del edificio postal, se sentó en el auto y hojeó el material.

Había bonos al portador, muchos, ¡Montones! Y por cantidades ridículamente grandes. Había documentos de propiedad de bienes raíces en todas partes del globo, acciones en las compañías más rentables del planeta y cientos de ramos diferentes, acciones en la bolsa, y no en una, sino en las más importantes del mundo, títulos de una docena de obras de arte invaluables algunas de las cuales se han creído perdidas desde hace décadas, la chica apenas si lo podía creer, Lara comprendió el verdadero sentido del di