— Lara… — La mandíbula de Waylon cayó al suelo al ver su reflejo en el cristal y se frotó los ojos de forma incrédula, su mente de seguro le estaba jugando una broma muy pesada, o la champaña tenía algo.
Waylon se giró muy despacio para verla a la cara, y ahí, en medio del inmenso salón vacío y a media luz estaba de pie frente a él la mujer que había perdido hacía cinco años, la mujer a la que no había sabido proteger, la mujer que soportó tanto por amor, la luchadora, la hermana, la esposa, su único amor… Lara…
— Lara… — Soltó de nuevo como para convencerse de que era real y no una aparición de su mente, un juego macabro de su cabeza, mientras avanzaba con lentitud y pasos torpes hacia ella.
Lara tragó grueso e intento respirar de nuevo, su pecho iba desbocado en una carrera hacia ninguna parte.
— Lara… — La voz baja y gutural de Waylon que siempre le había parecido tan terriblemente sensual estaba de nuevo a su alcance, y las notas de menta, lavanda, canela y la flor de azahar de na