Los dedos cálidos de Waylon bordearon el delicado rostro de la rubia, dibujando con cuidado su barbilla, como si él quisiera detallar cada centímetro para guardarlo en su mente y tatuarlo como un recuerdo indeleble en su cabeza.
Sus ojos grises detallaron cada parte de su piel, cada gesto, cada expresión y sobre todo esa mezcla de sorpresa y anhelo que su mirada y el entreabrir de sus labios demostraba lleno de deseo y también de temor, mientras se debatí entre darle una nueva oportunidad a lo que hervía en su interior, o detenerlo en seco para evitar más heridas.
¿Y qué si le daba rienda suelta? ¿Qué si le permitía salir y apoderarse como un torbellino de todo lo que había estado suprimiendo desde… desde…
Ya no quería pensar en ello, ni buscar culpables, ni hallar más motivos para sufrir, y para llorar, y mantenerse lejos de Waylon, lejos del amor de su vida, del hombre que amaba.
El rostro de Waylon estaba tan cerca, que casi podía respirar su aliento afrutado y dulce con un toque d