Rowdy continuaba con las fotos en las manos, y a medida que pasaba una y otra, y otra más, su sonrisa se ensanchaba con amplitud.
— ¿Cómo coños las conseguiste? Yo no pude tener acceso a las cámaras de seguridad porque este sistema lo instaló mi hermano, ¡Y ha sido toda una lata! Lo máximo que he podido hacer es sobornar al personal semanalmente para que borren los registros de las áreas y habitaciones que solemos usar para nuestro negocio.
—¡Qué le puedo decir! Tengo mis métodos.
—Y veo que son muy buenos.
— Se ve claramente el rostro del hombre al quien atendería la rubia esa noche.
— Sí, se ve muy claro. ¡El maldito! Y todavía se atreve a darme lecciones de ética y de moral, ¡Cuando ni él, ni su mujer tienen una pizca de ninguna de las dos! — Explotó de golpe, y el investigador privado se echó para atrás, alejándose un poco cuando Rowdy lanzó por los aires y contra la pared el vaso con wiski que tenía sobre la mesa.
— Creo que mi trabajo ha terminado. Señor Scott.
— Pasa por tu pag