—Eso es correcto. Soy tu abuela... Margaret detuvo su mano, momentáneamente perdida en sus pensamientos con ojos distantes. —Soy su abuela...
—¡Mamá, no lo pienses demasiado! ¡Mira, soy tu hijo y su tío, pero él nunca me mostró piedad!
Ralph, sintiendo que algo andaba mal, intentó tranquilizarla: —Mamá, no lo obligaremos a morir. Sólo queremos que renuncie al control de la familia Russell. ¿No siempre has deseado que yo dirigiera la familia? —Simplemente estamos rectificando las cosas y volviendo a poner todo en marcha.
—Hacer las cosas bien. Margaret enfatizó estas tres palabras y asintió: —Sí, rectifica las cosas.
Ralph percibió su decisión y suspiró aliviado. Le acercó el desayuno y le dijo:
—Mamá, deberías comer algo. Aún es temprano, no hay necesidad de apresurarte. Tómate tu tiempo.
—Muy bien. —Cogió la cuchara y notó que Ralph todavía estaba sentado allí. Margaret preguntó: —¿Hay algo más?
—Mamá, ¿le has informado a mi hermana sobre esto?
Si bien las palabras d