Una madre para mi hija

Gabriel Herrera se miró frente al espejo mientras colocaba loción en su barba recién afeitada.

Se quedó mirando por un momento su rostro, a sus treinta y dos años parecía que había envejecido de manera prematura. Hacía ya cinco años de la tragedia que lo llevó a estar en ese estado. Parecía como si hubiera sido el día anterior.

Por unos segundos que parecieron horas, las imágenes de lo sucedido con Maciel su difunta esposa pasaron por su mente.

Era su quinto aniversario de bodas, su pequeña hija tenía apenas un año de nacida. Ambos acordaron dejar a la niña con sus abuelos para festejar su aniversario como a ellos les gustaba hacerlo, practicando deportes extremos y esta vez la idea era lanzarse en paracaídas desde una altura que nunca habían experimentado.

Todavía podía escuchar los gritos de Maciel y volvía a sentir la impotencia de no poder hacer nada por ella al comprobar que su paracaídas no había funcionado y caía al vacío hacia una muerte segura.

Fueron noches interminables con pesadillas espantosas recordando su muerte. El psicólogo hacía todo lo posible por hacerle entender que no fue su culpa, que fue la decisión de Maciel lo sucedido.

A sus veintisiete años y con una hija de dos años, Maciel descubrió que tenía cáncer terminal, ella planeó el salto en paracaídas y fue ella quien cortó el cordón que impediría que el paracaídas abriera en el momento adecuado.

Lo supo al leer la carta que le dejó bajo la almohada. Se sentía culpable porque fue él quien la indujo al mundo de los deportes extremos desde su noviazgo, al principio a ella le daba miedo, pero aceptó por complacerlo y luego terminó disfrutándolo tanto como él.

—¿Estás listo papito? — La voz de su pequeña lo trajo a la realidad, esa era la noche de su compromiso con Laura, llevaban tres años de relación y sabía que ella estaba esperando ese momento.

Desde la muerte de Maciel, Laura siempre estuvo junto él, apoyándolo en todo, incluso en la educación de Ximena.

Gabriel no la amaba, sabía que nunca iba a volver a amar a nadie como había amado a Maciel, pero Laura era su mejor amiga, su confidente y sobre todo amaba a su hija y Ximena a ella.

Si había pensado en volver a casarse era precisamente por Ximena, acaba de cumplir seis años y pronto se iba a convertir en una jovencita que necesitaría los consejos de una madre.

Sacó del cajón el pequeño estuche rojo y lo metió en la bolsa de su saco. Respiró profundo y tomó la mano de su hija.

—Estoy listo princesa, vamos — le dijo y le guiñó el ojo con complicidad.

Solo Ximena sabía que esa noche su padre le iba a proponer matrimonio a Laura. Si bien no le encantaba la idea de tener una madrastra, lo único que quería era que su papá fuera feliz y ya no estuviera tan solo.

En varias ocasiones la niña lo descubrió viendo fotografías de su madre, en carreras de autos, saltos en paracaídas, saltos en bungee, en parapente y otros tantos deportes donde la adrenalina estuviera a flor de piel.

Desde la muerte de su esposa Gabriel no volvió a ser el mismo, se dedicó a sus negocios y se olvidó por completo de los deportes que tanto disfrutaba en su juventud.

Ximena bajó las escaleras del brazo de su padre, como para toda niña de su edad para ella era el papá más bueno y más guapo del mundo.

—Papá me quiero quedar en casa, es mejor que vayas a cenar solo con Laura, no creo que a ella le guste que yo esté presente cuando le hagas la propuesta.

—Pero princesa… ella nos invitó a cenar a los dos, sabes que te quiere mucho.

—Ya sé, ella siempre ha sido buena conmigo, pero una propuesta de matrimonio es algo muy romántico y una niña solo va a estorbar.

Algo en la mirada de Ximena le indicó a Gabriel que su hija no estaba tan contenta como parecía. No quiso obligarla a asistir a la cena, se despidió de ella y llamó a la niñera para decirle que se quedara con la niña.

Paty, era una joven que, tras haber sufrido violencia intrafamiliar, estaba reconstruyendo su vida en una casa de asistencia para mujeres maltratadas. La empresa de Gabriel solía apoyar la fundación con cuantiosos donativos y cada vez que podía les otorgaba un empleo digno a las mujeres del asilo.

Por eso cuando necesitó una niñera para Ximena, no dudó en contratar una mujer como Paty, que necesita independencia económica para rehacer su vida.

—¿Por qué no quisiste ir a la cena con tu papá pajarito? — le llamaba de cariño, ya que Ximena tomaba clases de canto y solía decirle que cantaba como un pajarillo.

—Yo sé que mi papi está muy solo y Laura me trata muy bien, yo sé que ella lo quiere, pero hay algo que no me convence Paty. A veces creo que Laura no es tan buena como parece.

—Yo más bien creo que estás celosa. La señorita Laura es mandona, estirada y su voz chillona taladra los oídos, pero no creo que sea mala persona. Siempre tiene un regalo para ti cuando viene de visita.

—Mmm, no lo sé, me da regalos, me lleva de compras y me trata bien, pero nunca me ha dado un beso. ¿No es raro? En cambio, todo el tiempo quiere estar besando a mi papá.

La niñera no supo cómo continuar con la conversación, Ximena era mucho más inteligente que cualquier niña de su edad. Ella ya había notado que la señorita Laura no era tan amorosa con la niña, pero nunca la había visto tratarla mal, ni llamarle la atención, solo no era cariñosa como debería serlo una madre.

—¡Cariño! ¡Qué sorpresa que hayas venido solo! Voy a extrañar a la princesa, pero no voy a negar que me encanta la idea de tenerte solo para mí, así podremos hacer cosas de adultos— dijo mordiéndose los labios.

Laura siempre supo cómo seducir a un hombre, y ganarse el cariño de un hombre devastado por haber perdido al amor de su vida fue muy fácil, solo debía ganarse a la hija y lo tendría comiendo de su mano.

Ataviada con un sensual vestido Amarillo, la larga cabellera negra cayendo sobre sus hombros y los labios pintados de rojo, sabía que esa noche tendría a Gabriel en su cama una vez más. Tenía que lograr casarse con él lo antes posible porque la pequeña fortuna que le heredaron sus padres se estaba terminando y pronto iba a tener que ponerse a trabajar para poder vivir y ningún salario iba a ser suficiente para poder darse el estilo de vida al que estaba acostumbrada y nada como casarse con Gabriel Herrera, uno de los hombres de negocios más ricos del país.

Para Laura el hecho de que Gabriel fuera padre soltero era una verdadera molestia, si durante tanto tiempo había lidiado con Ximena, era porque era la única manera de ganarse la confianza y el amor del padre. Y claro, porque al ser padre no le insistiría para que tuviera hijos, ella no estaba dispuesta a sacrificar su cuerpo por la maternidad.

Gabriel no estaba enamorado, pero no podía negar que una mujer como Laura era capaz de alborotar sus instintos masculinos, sobre todo cada vez que tenían la oportunidad de pasar tiempo a solas y podían hacer cosas de adultos, como ella decía.

Después de la tradicional propuesta de matrimonio, Laura tomó su mano y lo arrastró hacia la habitación, sabía lo que podía provocar en ese hombre cuando se proponía llevarlo a su cama.

Apenas habían pasado unos minutos, Laura comenzaba a desabotonar la camisa de Gabriel y su vestido había caído al piso, cuando el móvil de su ahora prometido comenzó a sonar.

—Espera, no contestes — le dijo tratando de impedir que tomara el móvil.

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