Te quiero comer

—Te ves preciosa — le dijo mirándola a los ojos.

—Tú también te ves muy guapo — contestó y las mejillas se le llenaron de rubor.

Tomados de la mano comenzaron a caminar por la plaza, a Connie le sudaban las manos, nunca antes había sentido esa sensación.

Gabriel se sintió como un adolescente, un adolescente al cual la chica más bonita del colegio le había dado la oportunidad de tener una cita.

—¿Me vas a contar cómo es que terminaste en la calle? — se atrevió a preguntar.

Gabriel no se veía mal de ninguna de sus facultades mentales, al contrario, parecía un hombre capaz de hacer cualquier actividad para ganarse la vida y aunque sintió vergüenza por su indiscreta pregunta, le daba curiosidad saber más de su vida.

—Es una larga historia, pero ya te la contaré en otra ocasión hoy solo vamos a disfrutar el momento, ¿te parece si vamos a cenar algo?

—Está bien, la verdad es que, si tengo hambre y no tengo mucho tiempo, mi tía me dio permiso solo hasta las nueve de la noche.

—¿Vives con tu
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