Derek
Estoy cansado de las mentiras. De las medias verdades y de las palabras falsas. Desde que Vanessa me dijo que espera un hijo mío, no he podido pensar en nada más. Ni siquiera Maddison —aunque ella siempre está ahí, en el centro de mis pensamientos— logra distraerme de esta pesadilla.
Me niego a creerlo, no puede ser verdad. No con Vanessa.
Estoy en mi despacho, rodeado de documentos y copas vacías de whisky, cuando Sebastian me llama.
—Estás perdiendo la cabeza, Derek —me dice con un tono cargado de reproche y de preocupación—. Lo que Vanessa está haciendo no es un juego. Está moviendo hilos que ni tú ni yo entendemos.
—No me importa —respondo con la voz ronca. Miro la prueba de sangre positiva que Vanessa me mostró hace unas horas. Una hoja impresa, con el nombre de ella y la palabra “positivo” subrayada como una sentencia. Mis manos tiemblan.
—Tienes que mantener la calma. —Sebastian suspira, como si estuviera cansado de mis impulsos—. Si ella está mintiendo, lo vas a descubri