56. Sin escapatoria
En el castillo las cosas no estaban mucho mejor. William avanzó hacia sus padres con el corazón latiendo a un ritmo feroz. Sabía que, en cuanto abriera la boca, todo se saldría de control… pero ya no podía seguir callando.
—No puedo hacer esto —susurró lo bastante bajo para que solo sus padres lo escucharan.
La princesa permanecía junto al consejero real de Valoria, quien lanzaba miradas incandescentes hacia los reyes y hacia William, como si con ellas quisiera sentenciarlo.
—¿De qué hablas? —exigió el rey, endureciendo la voz.
—William… —intervino la reina, con tono suplicante.
—No, madre —replicó él, con una calma tensa—. No puedo casarme con la princesa. Sí, es cierto… conocí a alguien más. Y es la mujer que quiero a mi lado por el resto de mi vida. Nada más me importa. Pueden tomar las decisiones que deseen, pero yo debo partir.
Se soltó del agarre cariñoso, aunque preocupado, de su madre.
—¡William! —bramó el rey, pero ninguna palabra logró frenar el paso decidido del príncipe.
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