(3)

Mis maletas ya estaban hechas, mientras que todo el personal de la casa sollozaba por lo que mi padre estaba haciendo, sin poder ayudarme, ya que sabían que si lo hacían estarían en grandes problemas. Sabían que no se podían meter con dos hombres tan importantes como ellos. Y para ser sincera, yo tampoco quería que se metieran, ya que sabía de ante mano, que la gente que trabajaba en esta casa, eran personas muy pobres y necesitaban el dinero. No quería que perdieran su empleo.  

Antes de salir de la casa, me encuentro con la que era mi niñera. La mujer ya no era tan joven, ahora era una vieja con una cabellera rubia opaca, que estaba sufriendo mucho al verme partir con ese hombre desconocido.  

–No puedo creer que te perderé una vez más. –Me dice la señorita Betty, mientras sus lágrimas caen como una cascada sobre sus mejillas regordetas. –Pensé que volverías a esta casa, pero… –Mira a mi padre, quién no deja de hablar con el señor Ferreira. –No puedo creer lo que está haciendo tu padre.

–Yo tampoco puedo creerlo. –Confesé aguantándome las lágrimas. No quería demostrarle algún sentimiento de tristeza a mi padre o a el señor Ferreira. –Pero estaré bien. –Le mentí a la señorita Betty, que estaría bien aún que sabía que me estaría yendo con un completo extraño.

No sabía quién era el señor Ferreira, ni tampoco sabía el porque me había escogido a mí, pero en mi corazón ya lo odiaba demasiado. ¿Cómo un hombre puede comprar a una persona? Claramente el señor Ferreira lo había hecho, pero había muchas preguntas.

Dejar la casa en donde me crie por cinco años, fue más difícil de lo que pensé. Sabía que quizás no volvería a ver a Miguel, quién fue el único que alzo la voz al saber los planes macabros de mi padre. Pero al saber que ni mi padre me quería, prefería ser yo la persona que estuviera sufriendo.

Y mientras estoy en el auto de ese desconocido, solo puedo mirar el suelo. Nadie dijo ni una palabra durante todo ese tiempo en que estuvimos en el auto, claramente varias veces me percate que el joven Ferreira me miraba por el retrovisor, pero lo único que yo podía hacer es mirar hacía el suelo a otra parte, para evitar contacto visual con el hombre.

Hasta que llegamos a un lugar donde había puras casas residenciales, se veía que era un lugar exclusivo para familias con dinero. De inmediato mostré un poco de sorpresa, ya que aun que estuve mucho tiempo en Francia, no significaba que tuviera lujos.

El auto se estaciono enfrente de la casa más grande, lo que me mostro que el hombre era lo suficientemente rico como para comprar todo lo que quisiera, incluyéndome a mí. Abrí la puerta del auto para salir y ver la fortaleza que estaba enfrente de mí, pero soy interrumpida por la voz gruesa de Alejandro.

–Debes de esperar a que yo te abra la puerta del auto. –Comentó molesto mientras sus ojos me miraban con desapruebo.

–No piense que por abrirme la puerta, esta perdonado por lo que acaba de hacer. –De inmediato lo juzgue con la mirada. A él solo le quedo rodar los ojos, para tomarme del brazo con fuerza y llevarme dentro de la casa.

Al entrar por una gran puerta blanca de madera pesada, puedo ver una casa con pisos realmente blancos, muebles de mármol y madera fina con un olor riquísimo, candelabros gigante y ostentoso, junto con muchas pinturas, que le daban un toque de clase al lugar.

De pronto y de la nada, muchas personas se empezaron a reunir en la entrada de la casa, para formarse en una clase de fila. Las personas vestían diferentes uniformes, que mostraban a que se dedicaban. Había gente que eran cocineros, jardineros, choferes, mucamas y guardaespaldas, quienes vestían de negro.  

–Gracias por reunirse. –Dice Ferreira con su voz gruesa y un poco atemorizante. –Ella es Belle, vivirá con nosotros, así que quiero que le den la mejor atención ya que es una huésped muy importante para mí. Cuídenla como si se tratara de mí. –Remarco contundentemente.

La gente sonrío de inmediato, al ver que el hombre estaba siendo algo cursi con sus palabras. Después como si estuviéramos en la guerra, todo dijeron:

–¡Entendido! –Para después irse a sus lugares de trabajo.

Alejandro colgó su saco en un perchero mientras, yo me quede congelada en la entrada. Tenía miedo, esta era la casa de un total desconocido, así que no me sentía cómoda.

–¿No piensas entras? –Me pregunta el joven mientras alza una ceja, para sentarse en el sillón como si fuera una clase de rey en su pedestal.  

–¿Quiere que entre a esta casa que pertenece a un desconocido? –Fruncí el ceño. –¿Por qué hizo esto? Yo simplemente no puedo vivir así. –Entre lágrimas empecé a caminar alrededor de la entrada. –¡Usted es un enfermo! –Grité con rudeza mientras el hombre me miraba un poco divertido.

–Entonces, ¿usted es la que cree que yo soy un enfermo? –Hizo una pregunta abierta, para después mofarse con gracia. No podía negar que verlo reír era una clase de encanto, no podía dejar de verlo por su gran atractivo. Pero eso no me detuvo en contestarle.

–¿Acaso le doy mucha gracia? –Pregunté a lo cual él detuvo su risa.

–Me da risa el hecho de que usted crea que el enfermo o el malo sea yo. –Se levanta de su asiento para caminar hacía mí con su gran altura y su porte, que se podía ver desde el espacio. Y cuando lo tuve enfrente, no pude evitar ver que sus facciones eran realmente finas y delicadas, era como si una persona hubiera tallado su cara con delicadeza. Era impresionante ver a un hombre tan perfecto como Alejandro, al igual que era intimidante verlo. –¿Acaso sabes lo que tu padre tenía preparado para ti? –Pregunta con su voz gruesa. 

 

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