Emma.
Al día siguiente, me encontré frente a un plato de sopa caliente, y mi vendaje cambiado. Sonreí al ver a Nathaniel frente a mi, sostenía una cuchara y me reí –Puedo comer sola.
—Tú solamente obedece –respondió y me reí abriendo la boca –cuidado, puede estar caliente –susurró soplando la cuchara y luego alimentándome.
Lo hizo en silencio, aunque por dentro quería saber que pensaba. Seguramente mi aspecto era horrendo, mis bucles debieron estar descontrolados por todos lados, y mi rostro ojeroso. Quizás más pálida de lo normal.
Al caer la tarde, a la hora de la merienda, mi esposo estaba de nuevo frente a mí, sosteniendo una bandeja con muchos bocadillos, frutas y una taza de té.
—Es especial, para tener energía –señaló la taza y asentí –traje frutas y p