Reclamos sin justificación

Si pensaba que no podía a ver un peor día que el de ayer se daría cuenta que estaba muy equivocado pues su tortura apenas empezaba. Lo primero que hizo al llegar a la casa fue caminar hasta la cocina y abrir el refrigerador, tomó el cartón de leche y se lo empinó, dando unos sonoros tragos del líquido y de repente la silueta alta de un hombre caminar por la sala le hizo escupir de golpe toda la leche, escapándose incluso por la nariz y el imbécil se había detenido solo para burlarse de él.

–¿¡Qué haces tú, aquí!? –le preguntó a Ezra que terminaba de abrocharse los botones de su camisa.

–¿Tú que crees? –le guiño el ojo y le sonrió de manera ladina, se acercó a Mustafa que descansa en sus patas traseras en la barra de la cocina y le acarició con dos

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