Tomé la botella de él.
- Ahora inténtalo de nuevo, con ambas manos. Puedes. Es un hombre... Debe tener fuerza al menos. Es lo minimo...
- No soy un hombre acostumbrado a empujar, señorita Novaes. Al menos no para abrir ascensores. Me miró con sarcasmo.
- ¿Y cómo vas a abrir la puerta del ascensor, si no vas a usar tu fuerza? ¿Crees que obedecerá tus hermosos dedos? – me burlé.
Se miró los dedos y luego a mí:
- Me impresiona la forma en que me observas y sabes todo de mí, “Bárbara”.
- Señorita Novaes, por favor. - Yo pregunté. – Sin intimidades.
- B-á-rbara . Lo deletreó lentamente, para molestarme.
- Bueno, “Heitor”, sal de ahí y te abro esta porquería.
Dejé la botella en el suelo e intenté abrir la puerta con todas mis fuerzas. Pero ni siquiera podía meter los dedos en la grieta, era muy pequeña.
- Usa tu maldito celular. Le dije.
- No es conmigo. Se apoyó contra la pared de cristal, cruzando los brazos.
Abrí mi bolso y saqué mi celular, mirándolo victorioso:
- La llave de la salvaci