- ¿Mi derecho? Arqueé una ceja.
- Por supuesto, después de todo lo que has trabajado, te mereces estar ahí. Sé cómo ser un hombre muy agradecido, créeme. Y ahora, por Dios, entiende que no te estoy persiguiendo, no estoy celoso de Héctor y mucho menos... En ti.
- Vale, ya dejaste claro que no te gusto... Desde entonces. - Empecé a reír. - Te confieso que me pareces un bombón, jefe.
Inmediatamente se sonrojó y sus ojos azules se entrecerraron:
- Eres hermosa bebé. Pero...
- No necesitas justificarte, Sebastian. Esta todo bien. Te prefiero con Milena, créeme. Porque es uno menos para quitarme del camino de Héctor.
- A Milena nunca le gustó Héctor... Ella siempre fue mía.
- “Minha”... ¿Por qué ustedes los hombres tienen esa costumbre de decir que todo es suyo? Las mujeres no somos de nadie.
- Heitor ya dijo que eres suyo, por casualidad?
Bajé los ojos, sin responder. Sí, había dicho. Y digamos que no estaba tan ofendido.
- Lo mato.
- ¿Cómo es que es? – Lo miré de nuevo. Sebastian solo po