Su dedo alcanzó mi punto de placer, haciéndome gemir, retenido por su boca.
Los labios de Héctor descendieron a mi cuello, el cual lamió antes de hacer un chupetón, sus dedos no se olvidaron de mantenerme excitada.
- Por qué no me dejas que te toque... Joder. – me quejé de nuevo.
Se rió seductoramente, mordiéndome el labio, con ternura y delicadeza:
- Si te dejo ir, sé que te escaparás.
- No... no lo haré... - aseguré, en un hilo de voz.
Se echó hacia atrás un poco y dobló ligeramente mis piernas, luego las separó en su dirección.
- Ah... Me mata... Literalmente. - Sentí que se me erizaba la piel antes de que hiciera lo que predije.
El dedo índice volvió a tocar mi punto de placer, siendo apretado levemente mientras hacía movimientos circulares, haciéndome ir al c