Isabela no apartó su mano. La dejó allí, aunque la temperatura contra su piel era un poco incómoda, y más que eso, le preocupaba el estado de él. Sabía que había sido atendido y de seguro los medicamentos ya administrados, pero aun así no podía estar tranquila.
-No me voy a ir. Tengo que mojar de nuevo la banda para ponerla sobre tu frente y también secarte un poco. Estás empapado en sudor.
-¿Tú lo vas a hacer?- la pregunta de él sonó bastante grave.
-Soy la única que está aquí- e Isabela no hablaba arisca como siempre, más bien usaba un tono suave y en voz baja dado que a él debía dolerle la cabeza.
Los dedos de Giovani dejaron su mano, aunque no volvió a dormir. Isabela fue al baño y además de mojar la banda agarró una toalla. Después se dirigió al closet y proactivamente tuvo que adivinar donde estaba la ropa de dormir donde tuvo para escoger. Cómo malditamente un hombre tenía tanta ropa.
Volvió de nuevo a la habitación encontrando que Giovani se había sentado en la cama recostando