21.
Inquieto por lo que Serena hacía en ese tiempo extra que permanecía en la academia, Matías decidió seguirla. Descubrió que se encontraba con Abel, y que ambos pasaban horas entrenando en el bosque. El día en que los observó, fue testigo de su combate y descubrió algo alarmante: Abel no era quien decía ser. Matías supo, en ese instante, que debía apartarlo de Serena.
Se acercó lentamente y detuvo el entrenamiento.
—Ya veo, así que esto es lo que haces cada tarde. No deberías esconderte aquí en el bosque —dijo Matías con voz serena, pero firme. Luego, giró hacia Abel y su expresión se tornó sombría—. No debe preocuparse más por ella. Desde hoy, yo me encargaré de su entrenamiento en mi casa. Agradezco su tiempo —dijo con una mirada que no admitía réplica.
Sin más, tomó a Serena de la mano y la llevó consigo. Abel, aunque poderoso, no era rival para Matías. Enfrentarlo habría sido un error fatal.
Serena no comprendía por qué Matías se había comportado de esa manera con alguien tan amable