Capítulo 3

La discusión con Leonardo le había abierto los ojos a Gaby, para él ella era solo una diversión, un cuerpo en el cual desahogarse, pero nada más, era cierto que él le había hablado claro desde un principio, pero el corazón no entiende de acuerdos ni tratos, y allí estaba ella enamorada hasta la médula y con un bebé en camino.

El amor que sentía por Leonardo no era suficiente, cuando había un bebé en su vientre, no podía permanecer a su lado, no iba a obligarlo a cumplir, cuando era más que evidente que no deseaba esa clase de vida, tenía que alejarse de él, no era factible quedarse a su lado, aunque lo amara profundamente, ahora tenía que pensar en su bebé.

Esa misma noche, después de discutir con Leonardo, tomó todas sus cosas y se marchó de la casa con el corazón roto, los Aristizábal  eran su familia y el único lugar seguro a donde ella se refugiaba, desde el viejo sátrapa de su abuelo la echó a la calle.

Gabrielle tuvo una infancia privilegiada a lado de unos padres amorosos que se desvivían por ella. Su padre era un acaudalado empresario dueño de varias empresas textiles, por sus numerosos negocios casi siempre se encontraba viajando a diferentes partes del país y del mundo, pero cuando estaba en casa, recuperaba el tiempo perdido con ella y con su madre, fueron años maravillosos que Gaby nunca olvidaría, pero todo cambió de un momento a otro.

Una noche sus padres tenían una cena muy importante con unos empresarios japoneses, justamente ese mismo día Gaby había asistido a sus clases de natación y se encontraba muy agotada, por lo que no quiso ir con sus padres, una aburrida cena de negocios no tenía demasiado atractivo para una jovencita, sus padres no insistieron, decidieron ir solos, pero con la promesa de que cuando regresaran tenían un maratón de películas de terror y durarían hasta el amanecer. Era una noche muy lluviosa, mal momento para salir, pero sus padres no podían faltar a esa cita.

Un conductor ebrio que venía de una fiesta perdió el control de su vehículo debido a la inestabilidad del suelo e impactó de frente contra el carro de sus padres, matándolos en ese mismo instante.

Desde ese mismo momento su vida cambió. Los cadáveres de sus padres aún no habían terminado de enfriarse cuando su abuelo, Juan del Pino, llegó a su casa y se apoderó de todo y echándola de su casa, sin consideración, ni misericordia.

A Gabrielle no le dio tiempo si de llorar las muertes de sus seres queridos, porque la maldad de su desalmado abuelo le quitó hasta ese derecho, fue gracias a Leonardo y su familia que eran grandes amigos de sus amados padres que le dieron cobijo y el amor que necesitaba para seguir adelante. Ahora todo terminaba, era hora de marcharse, de volar del nido.

Había solamente una persona que podía ayudarla, era su mejor amiga y confidente, Esperanza, ella sabía todo lo que estaba pasando, fue la que le aconsejó que le diera un tiempo a Leonardo, que quizás un tiempo separado le hacía bien a los dos. Esperanza le había ofrecido una casa a las afueras de la ciudad, de la que nadie de los Aristizábal conocía, lugar que le pareció perfecto a Gaby.

Pero Gabrielle no sabía que su abuelo desde hace varios meses había estado tras su pista y tampoco sabía que en el cumpleaños de Leonardo había gente infiltrada de Juan del Pino que no dudaron en informarle de su paradero.

Por lo que en el momento en que Gaby salió de la propiedad de los Aristizábal, fue abordada por un subordinado del viejo malvado, que, al verla, la agarraron por la fuerza y se la llevaron secuestrada.

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Juan del Pino era un hombre despiadado y cruel que solo velaba por sus intereses y solo lo movía el dinero, si había ido tras su nieta no era por nobles sentimientos, sino que detrás de aquella decisión había un motivo, del que solo lo beneficiaría a él.

Los hombres llevaron a Gabrielle a la mansión de los del Pino, a la que antes era su casa.

Cuando la bajaron del vehículo, ella observó la enorme propiedad donde había sido tan feliz, las lágrimas se agolparon en sus ojos cuando recordó a su madre correteándola para obligarla a comerse su comida o su padre que pasaba las tardes con ella en el jardín jugando a cualquiera de las locuras que ella se inventaba, o simplemente, leyéndole cuentos mientras la pequeña se dormía en sus piernas, todos esos sentimientos se agolpaban en su mente.

Arrastra fue llevada ante la presencia de Juan, al verlo se dio cuenta de que su abuelo, había envejecido, porque en todos esos años que habían pasado ella a Dios gracia no se había cruzado con él, hasta ese instante.

—Así que aquí estás mujercita. —Dijo con su voz altiva y arrogante.

—¿Para qué me has traído aquí, a mi casa? ¿Acaso te ha remordido la conciencia? —Preguntó con ironía —Ah se me olvidaba es que tú no tienes conciencia.

Juan soltó una sonora carcajada.

—Esta nunca ha sido tu casa, esta propiedad siempre le ha pertenecido a los del Pino y yo dudo que tú lleves nuestra sangre, con lo zorra que era tu madre.

—Cállate, no vuelva a hablar así de ella, mi madre era una mujer intachable —gritó Gabrielle presa de la rabia. —Aunque te duela por mis venas, corre esa sangre y todo lo que está aquí me pertenece.

Juan la miró con desdén.

—Eso ya no tiene importancia —Respondió con indiferencia —Ya que dices que eres una del Pino, entonces debes trabajar en función de esta familia y ensanchar nuestra fortuna.

—Tú debes estar demente, si piensas que yo voy a hacer algo por ti, o por los parásitos que tienes por familia.

—Lo harás porque yo lo digo, te he traído a mi casa, únicamente para te comprometas con Horacio Belmonte y en pocos días te casarás con él, es una orden, no te atrevas a desafiarme.

Gabrielle lo miró sin poder creerlo.

—Esto tiene que ser una broma —dijo Gabrielle riéndose —porque ¿No pensarás que voy a obedecerte?

Juan ya no estaba tan sereno como al principio.

—Lo harás porque yo te lo ordeno.

—Nunca haré nada semejante, jamás haré nada por ti, el día que me echaste de esta casa, hasta ese día fuiste mi familia.

—En algo estamos de acuerdo, ya que te niegas a seguir mis instrucciones, entonces tendré que hacerte entender de otra manera—Juan miró hacia la puerta y le dijo a su hombre —llévensela y enciérrenla, que mañana conocerá a su futuro marido.

—Como se ve que no me conoces Juan del Pino —Gritó Gaby, intentó escapar, pero los hombres la agarraron sin esfuerzo y la llevaron a una de las habitaciones de la casa y allí la encerraron.

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