Damián
Vuelvo a tomar sus labios. Meto mi lengua en su boca, con calma la saboreo y juego con la ella. El ritmo que ambas llevan es de una danza suave. Quiero complacerla en todo lo que pida. Jamás he sido suave a la hora de estar con una mujer, pero por Antonella soy capaz de todo. Por ella aprendo a hacer el amor, aunque para mí, sexo y hacer el amor es lo mismo.
Salgo del baño con ella en brazos y aún pegado a sus labios.
Tengo tanto miedo a lastimarla, a ser una bestia de la cual ella luego termine temiendo.
Mi ropa está empapada de agua. La dejo en la cama y así mismo como estoy subo a ella. No quiero desprenderme de su cuerpo. Es tan cálido, suave, delicado, pequeño y frágil que me envicia.
—Damián —se separa un poco de mis labios, pero yo no quiero—, espera.
Me detengo y la observo.
«Nena, no me digas que no, por favor».
—¿Serás delicado?
¡¿Cuántas veces debo decirle que sí?!
Sus nervios harán que mis pelotas entren en un colapso y estallen.
—Sí, no voy a lastimarte.
Ella suelt