¿Era mi cabeza en ese plato? La cabeza de la gallina, sin cresta, lengua ni ojos, me miraba fijamente –aún con los párpados cerrados– transmitiéndome una especie de mensaje telepático: “Estás jodida, Clarita. Huye, huye antes de que te tuerzan el pescuezo a ti también”. Ya era tarde. El dedo anular de mi mano izquierda lucía un precioso anillo de compromiso. Tía Amanda, muy entusiasmada, repartía a todos el platillo especial que había mandado a preparar: Pescuezo de gallina relleno. Es un plato típico de mi tierra en el cual el pescuezo de la gallina se sirve unido a la cabeza. Está relleno con arroz, picadillo de las vísceras de la gallina, aliños y condimentos. El resultado es una parte de la pobre gallina frita, bien doradita y con un aspecto tenebroso que te atemoriza antes de comerla. Recuerdo el día en que a tía Amanda se le ocurri&oacu