Jimmy apenas se movía. Apoyado en sus brazos respiraba entrecortadamente, mirándome con la satisfacción de un hombre que sabe que ha complacido a una mujer, pero con la cosa todavía hinchada en mis adentros. Lo miré a la cara y recordé que también debía satisfacerlo y lo rodeé otra vez con mis piernas, pero él cambio de posición y se apoyó sobre sus rodillas, levantado mis piernas para colocarlas en sus hombros y arremetió con más fuerza. Yo gemí, porque en esa posición lo sentía más grande y duro, y mi excitación había mermado un poco. Sin embargo, al ver sus cabellos revueltos, sus labios rojos e impuros, la expresión de satisfacción en su rostro, se desató en mí una febril excitación.
Nos hicimos el amor con una pasión desbordada, hasta que su cuerpo, bañado en sudor, empez