Javier y yo procedimos con el registro civil y nos convertimos en esposos legales.
Recostada en su pecho, le conté todo lo ocurrido entre Iván y yo.
Javier miró la cicatriz en mi brazo con ternura y dolor:
—Debió dolerte mucho en ese momento.
Asentí, pero luego negué con la cabeza:
—Sí, dolió. Pero ahora ya no.
—Porque ya superé a Iván.
—A partir de ahora, te amaré bien.
Javier me miró con una profundidad conmovedora: —Sofía, gracias.
—Gracias por darme la oportunidad de amarte.
Inclinó la cabeza y besó suavemente la cicatriz en mi brazo:
—Tranquila. Cada injusticia que sufriste, la repararé por ti.
—Lo de que Elena te acusara de ladrona ya lo estoy resolviendo.
—Cuando tu brazo se recupere por completo, te llevaré a elegir tu vestido de novia y haremos la sesión de fotos.
Sonreí y asentí:
—De acuerdo.
En un par de días, Javier me informó que las cámaras de seguridad habían aclarado mi inocencia.
Resultó que todo había sido un montaje de Elena para difamarme.
Ahora, Elena