Mientras se acomodaban en la sala, la noticia de los trillizos se esparció rápidamente. Federico, el padre de Raffil, y Patricia, su madre, llegaron al hospital en cuestión de minutos. Sus rostros reflejaban una mezcla de sorpresa y alegría.
—¿Es cierto? —preguntó Federico, mirando a su hijo y a Victoria con incredulidad—. ¿Tienen trillizos?
—Sí, papá —respondió Raffil, riendo entre lágrimas—. ¡Es una locura!
Patricia se acercó, abrazando a Victoria con fuerza.
—¡Qué bendición! —exclamó, su voz llena de emoción—. No puedo creer que sean tres.
Poco después, Ambar y Mario, amigos cercanos de la pareja, llegaron al hospital. Habían tomado un vuelo privado y llegaron en menos de dos horas al enterarse de la noticia.
—¡Victoria! —gritó Ambar, corriendo hacia ella—. ¡Felicidades! ¡No puedo creer que sean trillizos!
Mario, con una sonrisa de oreja a oreja, se unió a la celebración.
—Esto es increíble —dijo, mirando a los bebés con adm