capitulo 105
Mientras Laura intentaba recomponerse, un murmullo recorrió el salón. La atención de todos se dirigió hacia la entrada, donde Raffil Leopaldo, acompañado de su esposa Victoria, hacía su entrada triunfal.

Raffil, con su imponente figura y su mirada penetrante, era el epítome del poder masculino. A pesar de sus años, su porte seguía siendo el de un hombre que dominaba cualquier habitación en la que entraba. Su traje oscuro, perfectamente ajustado, y su caminar seguro hablaban de un hombre que no solo conocía su valor, sino que lo imponía.

Victoria, por su parte, era la definición de elegancia. Con un vestido negro que acentuaba su figura y un collar de diamantes que brillaba bajo las luces del salón, parecía una reina entre plebeyas. Su sonrisa, serena pero poderosa, capturaba la atención de todos. Y, como siempre, sus hijas no se alejaron de ella ni un instante.

—Recuerden, niñas —les dijo Victoria a Viola y Sofía mientras caminaban hacia el centro del salón—, siempre manténganse cerca.
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