A la mañana siguiente, Viola llamó a Rafael y le explicó todo lo que estaba pasando. Aunque Rafael siempre había mantenido cierta distancia con sus hermanos menores, esta situación lo enfureció. Nadie tenía derecho a intimidar a Sofía, y mucho menos por resentimiento hacia su madre.
—Hoy recogeré a Sofía de la facultad —dijo Rafael, con un tono que no dejaba lugar a discusión—. Es hora de que esas personas entiendan quiénes somos.
Viola sonrió, satisfecha. Sabía que Rafael, con su presencia imponente y su carácter autoritario, haría que esas chicas pensaran dos veces antes de volver a meterse con Sofía.
Ese día, Sofía intentó mantenerse al margen de Patricia y su grupo, pero las chicas no se lo permitieron. Al final de la última clase, Patricia y dos de sus amigas la interceptaron en el pasillo.
—¿A dónde crees que vas, princesita? —dijo Patricia, bloqueándole el paso.
Sofía miró a su alrededor, buscando una salida, pero el pasillo estaba prácticamente vacío. Patricia dio un paso más c