Al día siguiente, Tristán y Annette siguieron con su trabajo intentando no pensar en Ornella pero no era nada fácil, especialmente para Annette que todavía no comprendía muchas cosas y aunque no lo decía estaba celosa, pensaba en las noches alocadas que Tristán pudo haber tenido con esa muchacha de cabello largo negro y la cegaba, su corazón no quería sentir esos celos enfermizos pero los sentía y los sentía con mucha fuerza.
- ¿En qué piensas, mujer? – preguntó Margareth al entrar a su despacho.
- ¿Qué? – preguntó Annette confundida intentando volver a la tierra, otra vez los pensamientos la habían atrapado en otro mundo.
- ¡Annette! – exclamó Margareth chasqueando los dedos intentando que su amiga volviera a la realidad.
- Disculpa Margareth ¿Decías? – preguntó mirándola interrogante.
- ¿Dónde te fuiste, Annette? – preguntó reprochándole – estuve tocando la puerta por varios minutos pero tú no contestabas así que entré y te encontré en un trance como te pasa a menudo.
- Disculp