La muerte afloja sus cadenas y me permite poner de pie, pero me advierte que no olvide que mi alma es suya, le pertenezco desde el día que la perdí.
Alexander
Me quedo observando el reflejo de un desconocido en el espejo del baño: tiene la mirada perdida, sin luz; una gruesa barba le cubre la mitad de la cara en donde se resaltan los pómulos y la sombra oscura que le rodea los ojos. Muevo mi mano y él me imita haciendo lo mismo, acerco mis dedos hasta el espejo uniéndolos a los de él, la sombra del dolor se asoma detrás de ambos y entonces comprendo que él, soy yo, y esto es lo que queda de lo que alguna vez fue un hombre poderoso.
—Tengo que volver a la vida, sin ella —susurro, al tiempo que mi mano coge la maquinilla de afeitar.
Poco a poco piel pálida y demacrada queda descubierta recriminándome por el daño que yo mismo le he hecho a mi cuerpo. Me sumergí en el alcohol para olvidar, pero el dolor sigue aquí, más fuerte que nunca; sigue quemando como si el fuego que dejó al marchars