Marla es una chica extrovertida, espontánea y muy independiente, siempre consigue lo que desea, y aunque para ella eso suele ser una virtud, para otros es un defecto dada su obstinada actitud por hacer que las cosas ocurran. Por petición de su madre, debe viajar a Calabria donde viven sus abuelos maternos para resolver un asunto legal con Jerónimo Caligari, un poderoso CEO de la industria ferroviaria quien se empeña en desalojar a sus abuelos de sus propias tierras para concretar su nuevo proyecto. En ese viaje conoce a un hombre, Abel Coppola, cuya sola presencia la perturba de manera inexplicable. Marla siente una atracción que la quema desde adentro, como si estuviese en el propio Hades. Al descubrir que Abel es el sacerdote de una iglesia en Tropea, debe decidir si huir de ese deseo o dejarse caer en la tentación... ¿Podrá Marla, vencer sus sentimientos y seguir su camino junto a un hombre que odia y con el cual debe casarse para salvar a su familia?
Ler mais—Marla, hija; necesito que vayas al pueblo. No entendí claramente el mensaje de tu abuela, pero sé que hay alguien interesado en desalojarlos de sus propias tierras. —Marla pone los ojos en blanco al escuchar la petición de su madre.
Viajar a Tropea, era algo que no sólo no estaba en los planes de Marla, sino algo que no estaba dispuesta a hacer.—No mamá, es mejor contratar a un abogado y que se encargue de todo. —respondió con firmeza.—No seas tan desagradecida, tus abuelos necesitan de tu apoyo ¿Es mucho pedir? — increpó la madre al ver la actitud de su hija.Marla salió de la habitación de su madre, un tanto enojada. ¿Por qué debía ser ella quien se encargara de solucionarle los problemas a su familia?Tomó las llaves del auto, su bolsa, salió del piso y subió a su Volkswagen Rabbit rojo, modelo 2007 que había comprado con su primer año de trabajo en el bufete Castillo. Condujo hasta el café donde aguardaba por ella su amiga Karla.—¡Hola guapa! —Saludó con un beso a cada lado de la mejilla, a su compañera de la universidad—¡Joder, tía! Que traes una cara.—No me lo recuerdes, eh… —jaló la silla y se sentó.— Que ahora se le ha metido a mi madre en la cabeza, que vaya a Tropea para ayudar a mis abuelos con un problema legal.—Vamos, eres abogada ¿Qué de raro tiene que te lo haya pedido?—Pues que detesto ir a un pueblo y encontrarme con todos esos gilipollas que se le salen la baba cuando ven a una mujer. —gruñó visiblemente enojada.—Te ves tan divertida cuando hablas de esa forma de los hombres. Si sigues así, terminarás siendo la tía rodeada de gatos.—No estoy para juegos, Karla. —saca el móvil de su bolsa, se arregla el cabello y se hace un selfie; luego añade— Ya veré que me invento para no hacer ese viaje este fin de semana.—Quizás es tu oportunidad de darte un descanso en el bufete ¿Desde cuando no te tomas unas vacaciones? Yo que tú, aprovechaba para salir y disfrutar de la playa. Me ha dicho un match italino, que conocí en un chat de citas, que es un lugar maravilloso, Tropea.—Deliras de verás. Eres capaz de ir al mismo infierno si te lo pide uno de esos gilipollas de finding love.—Tía, es que es la única manera de internacionalizarse, además que ya me ha enviado un par de fotos, que no me negaría a ir al infierno si mi bombero está allí para apagarme el fuego.—Para colmos, es bombero. Hostia tía ¿tan urgida andas? —refiere en un tono bastante despectivo.—No, no lo es. Pero tiene una manguera que me tiene flipando — Karla bromea con su amiga, ambas terminan riendo de forma escandalosa.—Nunca vas a madurar, eres la más grande de las gilipollas que conozco —se inclina y la abraza— Pero eres la única amiga que tengo.—Anda no te lo pienses tanto. Ve a Tropea, así lo uso como excusa, me encuentro contigo en este feriado y… pues conozco a mi italiano en persona.—Ya sabía yo, que no lo hacías por mí, ¿eh?—Sabes que siempre estoy para ti, deja de decir gilipolleces.—Eso lo sé. —abraza a su amiga nuevamente.Marla regresa entusiasmada luego de la conversación con Karla, por lo que sube hasta la habitación de su madre y le confirma “su decisión” de viajar a Calabria.—Bien, madre… has ganado, viajo este fin de semana a Tropea.Marsella emocionada abraza a su hija, quien la ayuda a sentarse en su silla de ruedas.—No veo el momento, de verte caminar. —exhala un suspiro.—Para ello necesito ir a terapia, es algo costoso, lo sabes.—Sí, eso lo sé. Pero no pierdo las esperanzas de verte andar como hace meses atrás.—Gracias por aceptar ayudar a tus abuelos, sabes que no te pediría algo si no fuese necesario.—No me hagas sentir peor madre… voy a ver a los abuelos y haré lo que pueda para ayudarles.—Recuerda no decirle nada sobre el accidente, eso los haría sentirse mal y ya sabes que mi madre sufre de la tensión.—No te preocupes, no diré nada, aunque sabes que no me gusta andar mintiendo.—Lo sé, siempre has sido tan espontánea.—Voy a mi habitación a empacar mis cosas y a comprar el boleto.—¿Irás en avión? —pregunta la madre con curiosidad.—Sí, no pensarás que voy a pasar dos días viajando en tren. —masculló.—Pero hija, es más económico, así no tendrás que gastar tanto dinero, con lo que te cuesta recibirlo.—No te preocupes madre, ya hablé con mi jefe para pedirle mis vacaciones y con eso tendré suficiente para movilizarme por una semana. ¿Necesitas que te lleve a algún lado?—No, hija. Estoy bien, puedo ir sola.—Vamos madre, que no te llevaré cargada, sólo debo empujar la silla.—Eres terca como buey —Marla sonríe.— llévame a la cocina, prepararé algo para que comas antes de salir.—No es necesario, madre. —dejó a su madre en la cocina y fue hasta su habitación.Marla preparó su eequipaje con unos pocos cambios de ropa, esperaba estar en Tropea al menos una semana. Tomó su móvil y llamó a la agencia aérea, por suerte había un cupo para viajar la mañana siguiente, por lo que estaría el mismo viernes en Tropea. Con ello tendría tiempo para organizar todo y dejar a la cuidadora a cargo de su madre.Marla llegó al aeropuerto, confirmó su ticket aéreo y minutos después embarcó en el avión. Buscó el asiento que le correspondía, se sentó del lado de la ventanilla. Segundos después, un hombre alto, apuesto y algo serio se sentó a su lado. Ella lo miró de reojos, observó la finura de su rostro, cabello oscuro, labios carnosos, barba incipiente y ojos profundamente azules. Mas él, no volteó a verla ni un instante, parecía pensativo o fingía estarlo.Era la primera vez que Marla subía a un avión por lo que al sentir que elevaba de la pista de aterrizaje sintió náuseas. Se cubrió la boca y golpeó con su codo a su compañero de vuelo. El hombre se hizo a un lado para que ella saliese, pero en medio de su inestabilidad, Marla terminó cayendo sobre él.Un tanto nervioso, él la ayudó a levantarse, sosteniéndola por la cintura, el roce de sus manos provocó en ella una extraña sensación. Respiró un par de veces, sus náuseas parecían haber desaparecido, repentinamente.—¿Está usted bien? —preguntó él. Ella sólo asintió y continuó rumbo al sanitario.Las náuseas ya no están presentes, pero la humedad en su vagina es excesiva. Nunca antes sintió algo así, nunca…—Sal mal nacido, sal o la mato ahora mismo. —Salvatore salió con las manos en alto, pidiendo calma al CEO.—No, no te alteres. No pasa nada, Jerónimo. Sólo vine hasta aquí porque seguí a Serena, sabía que vendría a verse contigo. —el CEO gruñó. Aquello coincidía con que la mujer le dijo minutos atrás. El llanto del niño se escuchó, Marla temblaba detrás de los arbustos, sabía que cualquier movimiento que hiciera la dejarían en evidencia y terminaría poniendo en riesgo la vida de su pequeño Elio. —¿Qué es eso? —preguntó Serena. —Calla al niño, Isabella. —gritó desde afuera. Dentro la mujer tomó al niño en brazos tratando de calmarlo, pero el pequeño seguia llorando, ansiosa la chica salió hasta afuera. Al verla tanto Salvatore como Serena se miraron sorprendidos. —No encuentro que hacer, no para de llorar, Jerónimo. —Deja que yo lo cargue Jerónimo —pidió la mujer, y él estuvo a punto de ceder hasta que recordó que ella podía ser la abuela del pequeño.—¡No! —gritó. Aque
El cuerpo de Elio fue trasladado hasta la funeraria, Piero acompañó a Marcella para resolver todos los trámites del velorio y la cremación del cadáver. Marla, en tanto, permanecía en la habitación en espera de su pequeño para amamantarlo. Podía notar cierta actitud de enojo en Jerónimo, pero no tenía ni la menor idea de las razones a las que se debía su mal genio.Cuando la enfermera llegó con el niño, el CEO no hizo otra cosa que detallar todo en él, miraba a Marla, mientras esta amamantaba al niño, buscaba algún parecido con ella y no lo encontraba. La rabia y el deseo de venganza estaban latentes en su cabeza. Al día siguiente, Marla salió del hospital con el pequeño en brazos. Jerónimo con la ayuda de la enfermera y un buen incentivo pudo saber que aquel niño cumplía con el tiempo justo de su nacimiento. Eso lo llenó de mucha más ira contra la rubia y aquel hijo bastardo. Su venganza contra ella sería lo suficientemente cruel como para destruirla. Faltaba apenas un poco más de
El parto de Marla es inevitable, por lo que Marcella se ve obligada a llamar a Piero en aquella difícil situación. Minutos después, el médico apareció en el hospital, al verlo Carmina se llenó de enojo. ¿Qué hacía Piero Bellucci en ese lugar?Marcella llevada por la tristeza y el dolor se aferró a Piero, olvidando por completo su realidad y la presencia de su propia madre.—¿Qué haces aquí, Piero? —preguntó la anciana— ¿Acaso pretendes que Angeline venga nuevamente a insultar a mi hija por tu culpa?—¡Basta mamá! Basta… yo le pedí que viniera, él es quien va a ayudar a Marla en él parto.—¿Dónde está mi hija? —preguntó él. Carmina se quedó perpleja al escuchar aquello. Siempre tuvo la sospecha que la relación entre su hija y Piero Bellucci había ido más allá de lo debido. —En el área de parto. —Marcella le contestó angustiada y Piero se encaminó hacia esa zona; mientras Carmina, continuaba armando en su cabeza aquella frase. —¿Marcella, dime la verdad, mi nieta es hija de ese
Ahora que Marla sabía toda la verdad, se enfocó en lo único importante para ella, su bebé. Durante esos meses siguientes, su madre se ocupa de cuidar de ella, los lazos entre madre e hija eran cada vez más fuertes e indestructibles. Mario había vuelto a Madrid, pero con la promesa de regresar a Tropea y quedarse a vivir con su aún esposa. Marcella apenas podía verse a escondidas con Piero, sin embargo, en uno de sus encuentros clandestinos, decidió contarle toda la verdad sobre su hija. Piero se sentía confundido, las emociones dentro de su pecho iban y venían sin parar, no sólo su sueño de ser padre se hacía realidad, sino que también iba a tener un nieto o nieta. Al conocer toda la realidad de lo que pasaba entre su hija y el despreciable hombre, se dispuso a hallar una manera de sacar a Marla de Tropea y huir a Santa Domenica, antes que la rubia diera a luz a su bebé. Cuando Piero y Marla se encontraron, ambos se abrazaron con fuerza, ella siempre sintió una conexión especial
Marla bajó las escaleras, enlazada al brazo de Jerónimo, debía asumir su triste realidad, y sobrellevar la situación lo más que pudiera. Sonrió cuando él le comentó que tenía un invitado muy especial. Pero Marla nunca se imaginó que esa persona fuese justamente su padre, a quien llevaba un par de años sin ver. Jerónimo le cedió el paso con un ademán caballeroso, ella entró al salón y al levantar la mirada, no pudo ocultar su frustración al ver que se trataba de Mario Hidalgo, su flamante padre.—¡Hija! —se levantó el hombre para saludarla. Marla miró a su madre, quien apenas movió la cabeza de lado a lado en señal de impotencia. —¿Papá, qué haces aquí? —preguntó confundida. —¿Así recibes a tu padre, Marla? —preguntó él hombre al ver la actitud fría de la rubia.—No, papá. Disculpa. Sólo me sorprende verte aquí. ¿Cuándo llegaste? —Hoy en la tarde. ¿Tu madre no te comentó nada? —Marcella abrió los ojos y lo miró con aspaviento— es muy buena guardando secretos mi querida esposa
—Finalmente nos volvemos a ver —dijo el hombre al ver a quien había sido su rival desde hacía muchos años.—¿Qué haces aquí, Mario? —preguntó con enojo. Marcella escuchó aquella voz conocida y aunque en un primer momento pensó en ocultarse, no lo hizo. Al contrario, fue hacia donde estaba él.—Vine a buscar a mi mujer. —En ese preciso instante, la pelirrubia interrumpió la conversación.—¡No soy tu mujer! —exclamó.—Seguimos casados, ¿se te olvida? —el tono de voz de Mario era burlón e irónico.—Un papel no significa nada. Tú y yo llevamos años separados, eso lo sabes. —espetó, visiblemente enojada.Al notar que los pacientes estaban afuera escuchando la discusión, Piero se vio obligado a exigirle a Mario que se largara de aquel lugar. Pero el hombre se mofó de su advertencia y tomó del brazo a Marcella para sacarla del consultorio. —Te vienes conmigo o le diré la verdad a “nuestra hija” —dijo en tono sarcástico. Piero frunció el entrecejo. ¿Por qué hablaba de Marla de aquella
Último capítulo