Ava caminaba de un lado a otro, con los ojos desorbitados y las manos temblorosas. Sobre la mesa había una pila de periódicos abiertos, cada uno con titulares que hablaban de la fastuosa celebración de Maddie y fotografías en las que ella aparecía junto a Blake, sonrientes, radiantes.
El corazón de la joven enfermera latía con furia desbocada, y una rabia casi animal se apoderó de ella. Una por una, arrancó las páginas en donde aparecieron Maddie y Blake, sus dedos crujientes haciendo pedazos el papel. Los trozos caían al suelo como si fueran restos de un naufragio, y ella los pateaba con un desprecio absoluto, como si destruir esas imágenes pudiera borrar la realidad que tanto la atormentaba.
—¡Siempre perfecta! ¡Siempre feliz! —gritó, su voz rasgando el silencio del lugar—. ¡Pero no por mucho tiempo, Madelaine!
Ava apretó los puños, sintiendo el dolor de las uñas clavándose en su propia piel, pero no le importaba. Cerró los ojos un momento, intentando controlar la mal carác