Capítulo 42

La celebración no se extendió de más, puesto que los recién casados estaban ansiosos de partir a su luna de miel. Cuando los despedimos en la pequeña pista en la villa de Alex, cada quien se fue a su habitación a descansar, menos Noa y yo, que caminamos tomados de las manos por la orilla de la playa.

Las palabras de Alex seguían dando vueltas en mi cabeza. ¿Desde cuándo se volvió tan sabio y buen consejero? Desde que inició su relación con Liz ha cambiado mucho su forma de pensar, hecho que me hace muy feliz.

—¿Estás cansada, mi amor?

—No tanto —se hizo frente a mí y caminó hacia atrás sin dejar de sonreír—. Tengo energía suficiente para sumergirme un poco en el mar. ¿Me vas a enseñar a nadar esta vez?

Su picardía me enloquece. Es un bello ángel que está lleno de perversidades.

—Faltaba más. Me han dicho que soy muy bueno enseñando.

—El mejor —sonrió ladeado, antes de empezar a deshacerse de su vestido.

«¿Dónde rayos dejó la ropa interior?», me pregunté, deslizando la vista por todo s
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