Lia revisó por enésima vez cada rincón del restaurante, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Hoy era una noche especial y quería que todo saliera impecable. Cuando vio a Amara entrar por la cocina, no pudo evitar sonreír.
—¿Cómo va todo? —preguntó Amara, cruzándose de brazos mientras la observaba con curiosidad.
—Bien, aunque nerviosa —admitió Lia, soltando un suspiro—. No todos los días cierro el restaurante solo para una cena especial.
Amara sonrió con complicidad.
—Te lo mereces. Hiciste un menú espectacular. ¡Andrea se va a derretir cuando pruebe esas costillas de cerdo asadas y el puré de papa! Sin contar las demás especialidades que preparaste.
Lia se sonrojó levemente y asintió. Había puesto todo su esfuerzo en aquella cena, no solo por impresionar a Andrea, sino porque realmente quería compartir algo significativo con él.
Cuando Andrea llegó, el restaurante estaba iluminado solo por la tenue luz de las velas. Lia lo recibió con una sonrisa y lo guió hasta su mesa, donde