Mundo ficciónIniciar sesiónKelaya se quedó estupefacta al ver a aquel hombre tan guapo, de esos que solo se veían en televisión. Por unos segundos se olvidó incluso de pedir disculpas. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que todo lo que tenía de atractivo, lo tenía también de amargado y prepotente.
Ya que aquel hombre la apartó de un empujón tan brusco que, de no haberse sostenido del otro hombre que iba con él, habría terminado en el suelo. La trató como si su simple contacto fuera algo contagioso, como si tocarla le provocara repulsión. Su reacción fue tan exagerada que recordaba a aquellas personas que huían de un leproso en tiempos antiguos, o al miedo irracional de los primeros días de la pandemia.Y eso no fue todo, pues con tono arrogante le dijo que se fijara por dónde caminaba, y agregó que no era la primera mujer que intentaba usar ese método para acercarse a él.
Kelaya no entendía a qué se refería. Puesto que nunca lo había visto antes, solo en un principio le había parecido muy guapo, y por eso se había quedado unos segundos paralizada en sus brazos, sin decir palabra. Pero más allá de eso, no comprendía de qué la estaba acusando aquel hombre.Después de que Alejandro le dijo todo lo que quería decirle, ella logró reaccionar al escuchar sonar su teléfono, parpadeó un par de veces, como si despertara de un trance, y sacó el móvil del bolsillo. En la pantalla aparecía el nombre de su hermana.
Contestó enseguida y le dijo que ya estaba cerca. Luego se agachó, recogió las cosas que se le habían caído al suelo y se marchó, dejando atrás a un Alejandro furioso. Dado que no solo le había tirado el café encima, sino que, para colmo, ni siquiera se había disculpado con él.
En ese momento escuchó a su hermano Julián decir que la culpa no había sido de la chica, sino de él. Alejandro lo miró con una expresión tan fría y fulminante que el joven se quedó callado al instante.Pero Julián, terco como era, volvió a hablar:
—Te estoy diciendo la verdad, ya que tú fuiste el único culpable, al ponerte a mirar el mensaje que te llegó sin ver por dónde ibas caminando.
No alcanzó a decir más, porque Alejandro lo interrumpió con voz seca y autoritaria, advirtiéndole que, si seguía hablando, lo mandaría a la planta de producción.
Julián, al escuchar esto, dijo: —Solo digo lo que vi, y si no me crees, podemos ver las cámaras de seguridad del aeropuerto; así te darás cuenta de que tú eres el único culpable de haber chocado con esa chica. Y lo peor de todo, fue que hasta la regañaste por algo que tú mismo hiciste.
Alejandro le respondió con sarcasmo: —No me digas que ella te contrató como su abogado para que la defendieras.
Luego agregó: —Ya sé por qué la estás defendiendo… te gustó, ¿cierto?
Como Julián se quedó callado por un momento, Alejandro continuó: —Eso fue, te gustó aquella chica.
Julián no sabía qué más decir para que su hermano entendiera que solo la defendía porque aquella chica era inocente, no porque le hubiera gustado. Finalmente dijo: —Solo quiero que vuelvas a ser el hombre que eras antes de la muerte de mi cuñada.
Alejandro lo miró con una expresión tan fría y tenebrosa que podría asustar a cualquiera, y le dijo: —Ese hombre murió el mismo día que mataron a mi esposa.
Luego siguió caminando, dejando a Julián atrás. Este, al verlo alejarse, pensó: Ojalá algún día vuelvas a enamorarte y puedas tener muchos hijos, como querías antes, y ser verdaderamente feliz.
Por otro lado, cuando Kelaya llegó donde estaba su hermana, enseguida le dijo: —Lo siento por retrasarme.
Melany la miró sorprendida y le preguntó: —¿Qué te pasó? ¿Por qué tu camiseta está manchada?
Fue en ese momento cuando Kelaya se dio cuenta de que estaba toda salpicada y olía a café. —Me choqué con un señor arrogante —dijo molesta—, y lo peor de todo fue que me echó toda la culpa a mí. ¡Hasta me regañó! Con decirte que se parecía a papá cuando nos reprendía por hacer algo mal.
Kelaya parecía hervir de la rabia. Luego agregó indignada: —¿Y sabes cuál fue el colmo de todo?
—¡No! —respondió Melany, intrigada.—Aquel tipo engreído pensó que yo quería conquistarlo —dijo señalándose a sí misma con el dedo índice, como si no pudiera creer lo que acababa de decir—. ¡Yo! —repitió incrédula.
Melany no podía dejar de reírse, porque sabía que su hermana podía hacer de todo, menos insinuársele a un hombre. Si lo más lejos que había llegado con un novio que tuvo, cuando sus padres aún vivían, era darse unos cuantos besos, pero de ahí nunca pasó.
Y ahora, mucho menos saldría con alguien, ya que estaba completamente dedicada al negocio, a la universidad y a sus escritos, los cuales ya deberia tener varios libros sin publicar. En ese instante, se le vino una idea a la cabeza que pensaba llevar a cabo cuando regresaran a casa.
—No te rías, que no me parece nada gracioso —dijo Kelaya molesta.
—A ti no, pero a mí sí —respondió Melany entre risas. Luego preguntó con curiosidad: ¿Y estaba muy guapo el tipo?
—¡No! —respondió enseguida Kelaya—. Creo que es un poco arrogante por el dinero que tiene, y por eso piensa que todas las mujeres que se le acercan lo hacen por interés.
—Qué feo debe ser eso , ¿cierto? —comentó Melany con un tono reflexivo.Kelaya no quiso responder a eso, porque consideraba que no era motivo suficiente para que un hombre se comportara de aquella manera por un simple accidente que a cualquiera le podría pasar.
Después de un buen rato de viaje, al llegar a su destino, se quedaron en la casa de una vecina que siempre las había tratado muy bien, especialmente después de todo lo que había sucedido con la muerte de sus padres. Ellas le entregaron los regalos que le habían llevado y le agradecieron de corazón por recibirlas nuevamente en su casa.
Al día siguiente, madrugaron para ir al cementerio y pasar un rato junto a sus padres, contándoles todo lo que habían hecho durante esos dos largos años desde que ellos ya no estaban en este mundo. Las dos creían que al visitarlos y hablarles se sentirían menos tristes por su ausencia.
—Papá, mamá… los extraño tanto —dijo Kelaya con la voz entrecortada—. No se imaginan la falta que nos hacen. Sería la mujer más feliz del mundo si pudiera tenerlos otra vez conmigo.
Sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras continuaba hablando.
—¿Saben lo duro que ha sido luchar desde que se fueron? Me tocó madurar de la noche a la mañana y aprender a ser una adulta responsable… aunque todos los que me conocen saben que de adulta solo tengo la cédula de ciudadania.Hizo una breve pausa, miró las lápidas y suspiró con tristeza.
—Pero como ya no están, no han podido ver en la mujer que me he convertido… hasta yo a veces no me lo creo cuando me miro al espejo.
Melany intervino en ese momento y dijo:
—Sí, se ve muy diferente a la Kelaya despreocupada que era antes. ¿Y saben algo? Ya no nos peleamos más. Ahora le hago caso en todo a mi hermana, como siempre ustedes me lo decían cuando aún estaban vivos. Estamos más unidas que nunca… pero no es lo mismo sin ustedes.
Después de eso, se despidieron de sus padres para luego regresar a la casa donde se estaban quedando. Al día siguiente pasaron por la estación de policía de su pueblo para saber cómo iba el proceso del asesinato de sus padres, pero les dijeron lo mismo que el año pasado.
Ellas sabían que ese caso pronto lo cerrarían sin dar con los delincuentes que, de la noche a la mañana, las habían dejado sin padres, convirtiéndolas en huérfanas. Ambas se miraron con tristeza y, con entendimiento musito se fueron. No obstante, agradecieron a la persona que las atendió. Kelaya le dijo que, si pasaba algo nuevo con el caso de sus padres, por favor la llamaran, que ellas estarían muy pendientes.
Kelaya y Melany salieron de aquel lugar destrozadas, pues esperaban, al menos, que los asesinos de sus padres pagaran por lo que les hicieron. Pero, como casi todos los casos de esta clase, el suyo también quedaría sin resolver, y ellas tendrían que seguir viviendo con el dolor de por vida, sin la satisfacción de ver a los culpables en la cárcel pagando por lo que hicieron.







