Capítulo 7. Lucifer
Por el lado de Alejandro ocurría lo mismo, pues la policía nunca dio con las personas que habían secuestrado y asesinado a su esposa. Si no hubiera sido por la recompensa que ofreció a quien le diera noticias sobre el jefe de los secuestradores, se habría quedado con la frustración de no poder vengarse de aquellos hombres que le arrebataron lo más preciado que tenía.
Después de esos pensamientos, llegó a un almacén abandonado a las afueras de la ciudad. Bajó del coche y entró en aquella bodega que, por su aspecto descuidado, parecía haber visto tiempos mejores. Una vez dentro, descendió hasta el sótano.
En aquel lugar sombrío tenía a un hombre amarrado de pies y manos, quien cada día soportaba una tortura diferente. El sufrimiento era tan insoportable que ya solo le suplicaba a Alejandro que lo matara, que pusiera fin a su dolor, porque no resistía una tortura más.
Pero Alejandro, cada vez que aquel hombre apodado Lucifer, el líder de los secuestradores, le decía que ya no podía seguir