— Me estoy muriendo— murmuro acostada sobre mi espalda la mañana siguiente.
Siento mi Cabeza a punto de explotar, la boca seca y el estómago revuelto.
— Necesitas un Advil — murmura a mi lado Damián.
Volteo a verle y se ve como si nada.
No es justo.
— Quita esa sonrisa burlona de tu cara— gruño ganándome una risa baja de su parte.
— Venga. Levántate— dice sentándose en la cama.
Solo viste un pantalón de pijama.
— ¿Tú me metiste a la cama? — inquiero cuando me siento y veo que nada más llevo una de sus camisetas.
— Si— responde con simpleza poniéndose de pie y perdiéndose en el baño de mi habitación— Levántate Cara— dice desde el interior.
En vez de hacerle caso me echo de nuevo y cierro los ojos y duermo otro poco más hasta que pequeñas gotas caen en mi rostro.
—¿Qué…?
Abro los ojos para encontrar Damián inclinado sobre mí vistiendo una minúscula toalla y el goteo proviene de su cabello que está más largo.
Sus ojos azules me devoran con la mirada.
— Tienes que levantarte o tendrás pro